El Niño que Luchó Contra el Diablo... y Murió Sonriendo
- Canal Vida
- 15 jun
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San Vito Mártir, el patrono olvidado de los que sufren, enfrentó demonios, emperadores y torturas con una fe tan firme que la historia no pudo callarlo. Hoy, su nombre está ligado a un misterioso baile y a milagros que desafían la razón.

La historia de san Vito Mártir no comienza con un milagro, inicia con una condena. Era un niño siciliano del siglo III, nacido en el seno de una familia pagana. Tenía apenas siete años cuando, según la tradición, abrazó el cristianismo movido por la enseñanza de su nodriza Crescencia y del pedagogo Modesto. Lo que siguió no fue una infancia tranquila, sino una batalla espiritual que lo enfrentaría al mismísimo Imperio Romano y a las fuerzas del infierno.
Su padre, Hila, intentó todo para obligarlo a renunciar a su nueva fe. Castigos, amenazas, encierros. Nada funcionó. Vito, apenas un niño, se mantuvo firme. Fue entonces cuando el gobernador Valeriano ordenó su arresto.
La historia cuenta que los tres cristianos escaparon milagrosamente hacia Lucania (sur de Italia), guiados por un ángel. Pero su huida no fue el final. Fue el inicio del verdadero calvario.
UN NIÑO ENFRENTANDO AL EMPERADOR
Durante el reinado del emperador Diocleciano, Vito fue llamado a Roma. No para ser ejecutado, sino para obrar un milagro. El hijo del soberano, poseído por un espíritu maligno, sufría violentos ataques, convulsiones, crisis nerviosas. La epilepsia era vista como una maldición. Y este joven, que se convertiría en mártir, era famoso como sanador en todos los confines de la clandestinidad cristiana.
A Vito le arrancaron la carne con garfios, lo lanzaron a una olla de aceite hirviendo, lo encadenaron, lo azotaron... pero ni un solo gesto de renuncia salió de sus labios.
Y ocurrió: al orar sobre el chico, el demonio fue expulsado. El muchacho quedó libre. Pero Diocleciano, lejos de agradecerle, exigió que Vito rindiera culto a los dioses romanos. El niño se negó con la serenidad de los santos. Entonces vino la tortura.

UNA DANZA ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO
El martirio de san Vito fue de una brutalidad escalofriante. Le arrancaron la carne con garfios, lo lanzaron a una olla de aceite hirviendo junto a sus dos compañeros, Crescencia y Modesto, lo encadenaron, lo azotaron... pero ni un solo gesto de renuncia salió de sus labios.
Según el relato hagiográfico, en el momento final, un ángel los liberó del caldero, y murieron poco después, con el rostro sereno, mirando al cielo.
El cuerpo de Vito, cuenta la tradición, fue recogido por cristianos que lo enterraron en secreto. Su tumba se convirtió en lugar de milagros, peregrinaciones y leyendas.
Pero lo más sorprendente es lo que vino después.

EL BAILE DE SAN VITO
A lo largo de los siglos, el culto al joven se extendió por Europa. Se le atribuyeron curaciones mágicas, sobre todo en casos de epilepsia, ataques nerviosos y enfermedades extrañas. En la Edad Media, el fervor por su intercesión derivó en algo inesperado: un fenómeno conocido como el "Baile de san Vito".
Multitudes eran presas de movimientos incontrolables, danzas compulsivas, gritos y espasmos. Algunos lo llamaron plaga, otros exorcismo. La gente danzaba durante horas, días incluso, en las plazas de ciudades como Estrasburgo o Aquisgrán. Los enfermos aseguraban haber sido sanados tras estas trances. El fenómeno fue tan difundido que el "mal de San Vito" se convirtió en sinónimo de epilepsia en la medicina antigua.
Hoy, muchos explican estos episodios como formas de histeria colectiva. Pero la devoción por él sigue viva.

DE PATRONO DE LOS POSEÍDOS A SANTO DE LOS OLVIDADOS
San Vito fue durante siglos uno de los santos más venerados en Europa central. Es uno de los 14 Santos Auxiliadores, intercesores de urgencia en tiempos de peste, locura o tormenta. Es patrono de actores, bailarines, cómicos, y sobre todo, de los epilépticos, los enfermos nerviosos y los exorcistas.

En Praga, su nombre está grabado en piedra: una de las catedrales más impresionantes del mundo lleva su nombre. En España y América Latina, la devoción pervive de forma más discreta, pero los testimonios de sanaciones siguen llegando.

La ciencia puede buscar explicaciones. Pero la fe no necesita diagnósticos. San Vito, el niño que danzaba con la muerte, sigue siendo para muchos el intercesor de lo inexplicable.
SU LEGADO EN LA IGLESIA
Cada 15 de junio se celebra su memoria. Pero su historia fue relegada por otras más populares, más modernas. Sin embargo, la figura de Vito se vuelve particularmente relevante en un tiempo donde la salud mental y los trastornos neurológicos siguen siendo un misterio que el mundo secular no logra resolver.
Vito no fue un exorcista profesional, ni un sacerdote. Fue un niño. Y fue en su infancia donde demostró una fuerza sobrenatural. Su sonrisa, intacta incluso en medio de la tortura, es un desafío a nuestros miedos, un espejo de la fe pura.
Muchos devotos aseguran que, al invocarlo, sienten una paz extraña. Otros, curaciones que la medicina no puede explicar. Y algunos, simplemente, consuelo.

UN SANTO PARA LOS QUE YA NO AGUANTAN
El "Baile de san Vito" puede haber sido interpretado como locura. Pero también puede verse como una oración del cuerpo cuando el alma ya no puede hablar. En un tiempo donde la ansiedad, los ataques de pánico y la epilepsia siguen afectando a millones, él aparece como un protector de los que ya no tienen palabras, de los que solo pueden gritar, moverse, temblar.
Vito no pidió ser santo. Fue empujado al martirio por su fidelidad. Y murió sonriendo. Hoy, su ejemplo interpela. En un mundo dominado por la desesperación, éste es es el niño que eligió la fe sobre la comodidad, la verdad sobre el miedo.
Su historia, cargada de milagros, torturas y danza, no es un cuento para niños. Es un espejo para los adultos que olvidaron qué significa creer con todo el corazón.
En tiempos oscuros, san Vito sigue bailando. No sobre tumbas ni altares. Baila sobre nuestros prejuicios, sobre nuestros diagnósticos, sobre nuestras excusas. Y nos invita a unirnos. Aunque sea por un momento. Aunque sea con fe temblorosa. Aunque sea... bailando.
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