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EL ESPÍRITU ROMPE MUROS: ADALBERTO CLAMA POR AMOR Y PAZ EN PENTECOSTÉS

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 15 horas
  • 3 Min. de lectura
En Pentecostés, el cardenal Adalberto Martínez clamó por amor, paz y unidad. Desde la catedral de Asunción, recordó que el Espíritu rompe muros y une lenguas. Citó León XIV y llamó a sanar heridas en un mundo dividido.
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Desde el púlpito de la catedral metropolitana, el cardenal Adalberto Martínez alza su voz con tono profético, retomando las palabras de León XIV y recordando que “el Espíritu no divide, sino que armoniza”. Una homilía que fue clamor por la paz. (Fotografía: Facebook / Arzobispado de Asunción)

CIUDAD DE ASUNCIÓN - Con voz firme y alma encendida, el cardenal Adalberto Martínez celebró la Solemnidad de Pentecostés en la catedral metropolitana este domingo 8 de junio.


"El Espíritu no baja con flores. Baja con fuego." (Cardenal Adalberto Martínez)

En una Misa marcada por la emoción, el canto del pueblo y una homilía que resonó como un grito del corazón, el arzobispo encendió a los fieles con un mensaje claro: el Espíritu Santo está vivo, y nos está empujando a derribar los muros del miedo, el odio y la indiferencia.








UN FUEGO QUE UNE, NO DIVIDE

"En Pentecostés, las lenguas no dividieron, sino que unieron. El caos de Babel fue apaciguado por la armonía del Espíritu". Con esta frase, tomada del Papa Francisco y recordada por el actual Pontífice, el purpurado inició su mensaje. Pero fue mucho más que una cita. Fue un disparador. Porque, según Adalberto, en un Paraguay marcado por la polarización, la violencia callejera, los feminicidios y la corrupción política, ese fuego de Pentecostés no puede ser una postal litúrgica: debe ser un torbellino transformador.


"El Espíritu rompe fronteras y derriba muros. Pero ¡cuántos muros seguimos construyendo en nuestros corazones, nuestras familias, nuestras comunidades!", exclamó. Y pidió a los presentes dejarse sacudir por ese viento impetuoso que descendiera sobre los Apóstoles y que hoy -dijo- sigue buscando corazones dispuestos.

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UN PENTECOSTÉS PARAGUAYO Y PROFÉTICO

No fue una homilía para quedar bien. Fue una sacudida. El cardenal no evitó los temas duros. Recordó con pesar los recientes crímenes en Paraguay y Latinoamérica: feminicidios, atentados, violencia política. "Cuando una relación se intoxica por la voluntad de dominar, nace la violencia. Y esa violencia es anticristiana, es una traición al mandamiento del amor", subrayó con firmeza, al tiempo que lanzó una de las frases más potentes de la jornada: "El Espíritu no baja para entretenernos, baja para transformarnos. No viene con flores, viene con fuego".


Y ese fuego, afirmó, no puede apagarse con religiosidades vacías ni con discursos dulzones. "O somos una Iglesia con corazón abierto, o somos una estructura vieja y hueca. El Espíritu no habita en vitrinas, habita en corazones en llamas", señaló.

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La nave central de la Catedral colmada refleja una Iglesia viva, peregrina y atenta. Cada fiel, un eco del Cenáculo. Cada mirada, un anhelo de Espíritu. Pentecostés ardió en Paraguay con un mensaje de fraternidad y reconciliación. (Fotografía: Facebook / Arzobispado de Asunción)
FE QUE CANTA Y CAMINA

La celebración fue acompañada por el coro de la parroquia Santísima Trinidad, cuyos cantos elevaron los ánimos y reforzaron el carácter festivo y profético del momento. También estuvieron presentes miembros del Movimiento Familia de Nazareth y peregrinos del Colegio Apostólico San José, que llegaron caminando en una romería jubilar.


“Cada paso, cada canto, cada oración es una llama nueva que se enciende en Paraguay”, dijo el cardenal al bendecir a los jóvenes peregrinos.

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PENTECOSTÉS Y LA IGLESIA DEL MUNDO

Adalberto también hizo eco del mensaje de León XIV en la plaza de San Pedro: “La Iglesia debe abrir fronteras, superar el egoísmo, abrazar al diferente y combatir la soledad”. El cardenal paraguayo remarcó que la indiferencia, el individualismo y la falta de diálogo son las nuevas pandemias que están secando el alma del continente.


Cardenal Adalberto Martínez
En un gesto de unidad pastoral, el cardenal Adalberto Martínez posa con sacerdotes y diáconos de toda la arquidiócesis, rodeado de banderas que evocan una Iglesia que no conoce fronteras: la del Evangelio hecho comunidad. (Fotografía: Facebook / Arzobispado de Asunción)
EL CLAMOR FINAL: AMOR O MUERTE

La homilía cerró con una invocación a María, la Mujer de Pentecostés: "Ella nos enseña a decir 'sí', a esperar al Espíritu sin rendirse. Paraguay necesita de María para no apagar su fe".


Y con voz vibrante, el cardenal lanzó su último llamado: "Amemos o moriremos. La Iglesia tiene que volver a ser lugar de fuego, no de frialdad. Pentecostés es hoy. Es ahora".


Pentecostés no fue una fiesta más. Fue una profecía viva. Y el purpurado Martínez, su profeta en el corazón del Paraguay.



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