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El Empresario que Derrotó al Dinero: Enrique Shaw Será Beato y Sacude al Mundo del Trabajo

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 11 horas
  • 4 Min. de lectura

El Vaticano confirmó la beatificación de Enrique Shaw, el primer empresario rico de la era moderna camino a los altares. Su vida sacude al mundo del dinero y del trabajo justo, justo cuando el Papa advierte que el trabajo no puede matar.
Enrique Shaw empresario beato santo
Enrique Shaw, "el empresario de Dios" camino a los altares, fue fundador de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas.

El anuncio llegó desde Roma y cayó como una bomba silenciosa en un mundo acostumbrado a medir el éxito en balances, cifras y ganancias. El Vaticano confirmó hoy que Enrique Shaw (1921-1962) será beatificado. No fue sacerdote. No fue monje. No fue pobre. Fue empresario. Rico. Poderoso. Y, aun así —o precisamente por eso—, la Iglesia lo pone ahora como ejemplo luminoso de santidad en la era moderna.


En tiempos en los que el propio León XIV advirtió que “el trabajo no puede convertirse en un lugar de muerte”, la beatificación de Enrique Shaw no es casualidad: es un mensaje directo al corazón del sistema económico global.







CUANDO EL DINERO NO FUE DIOS

Shaw no hizo un voto de pobreza. Hizo algo más incómodo: un voto interior de caridad radical viviendo en la riqueza. En un mundo donde el capital suele devorar personas, él tomó una decisión que hoy suena escandalosa: poner al trabajador por encima del lucro.


Mientras otros empresarios calculaban costos, Shaw conocía los nombres. Mientras muchos ajustaban salarios, él ajustaba su propia comodidad. Mientras el sistema empujaba a producir más, él frenaba para cuidar vidas.


Décadas antes de que se hablara de “responsabilidad social empresaria”, Shaw ya lo vivía como un mandato evangélico. No entendía la empresa como una máquina, sino como una comunidad humana. Y esa visión, hoy, resuena con fuerza frente a la advertencia del Papa sobre los trabajos que “deshumanizan, descartan y matan lentamente”.

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EL EMPRESARIO QUE NO QUISO SALVARSE SOLO

Lo verdaderamente perturbador de Enrique Shaw no es que fuera bueno. Es que fue coherente. Nunca separó la fe del escritorio. Nunca dejó el Evangelio en la sacristía. Lo llevó a las fábricas, a las reuniones, a los conflictos laborales.


Decía algo que hoy incomoda a CEOs y financistas: “Para juzgar a un trabajador, primero hay que amarlo”.


En tiempos donde el Pontífice denuncia que el trabajo puede transformarse en un lugar de muerte —por explotación, inseguridad o indiferencia—, Shaw aparece como el testigo de que otra economía era y es posible.


No huyó del sistema. Lo enfrentó desde dentro.


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Junto a su esposa Cecilia Bunge, quien falleció en 2007.

CUANDO LA SANGRE OBRERA CORRIÓ POR SUS VENAS

Hay una escena que explica mejor que cualquier tratado quién fue Enrique Shaw.

Gravemente enfermo de cáncer, necesitó transfusiones urgentes. Fueron sus propios obreros quienes se ofrecieron a donar sangre para salvarlo. No por obligación. No por imagen. Por amor.


Entonces pronunció una frase que hoy vuelve a estremecer: “Ahora soy feliz: por mis venas corre sangre obrera”.


Ese gesto selló una verdad espiritual profunda: cuando el trabajo es justo, genera comunión; cuando es injusto, genera muerte. Exactamente lo que hoy denuncia León XIV.


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La familia, como sus obreros, siempre presentes en su vida.

EL MILAGRO QUE CONFIRMÓ UNA VIDA ENTREGADA

La Iglesia no beatifica ideas. Beatifica vidas confirmadas por Dios. El milagro atribuido a Enrique Shaw ocurrió en 2015 y parece escrito con la misma lógica de su existencia: vida donde todo parecía perdido.


Un niño pequeño fue golpeado brutalmente en la cabeza por la coz de un caballo. Diagnóstico devastador: daño cerebral grave, riesgo de muerte o secuelas irreversibles. Los médicos hicieron todo… y no alcanzaba.


Los padres, vinculados al mundo del trabajo cristiano, hicieron algo más: rezaron a Enrique Shaw. No a un santo popular. A un empresario. A un laico. A un padre de familia.


Contra toda explicación médica, el cerebro del niño se descomprimió, los daños retrocedieron y la recuperación fue total. Hoy vive, estudia, juega. Vida plena.


La Iglesia fue clara: no hay explicación científica suficiente. Hay intercesión. Hay milagro.



EL PRIMER RICO BEATO: UNA BOMBA TEOLÓGICA

La beatificación no es solo un reconocimiento personal. Es un terremoto espiritual.

Porque derriba una excusa muy usada: “Con dinero no se puede ser santo”.


Shaw demuestra lo contrario: el problema no es la riqueza, sino para quién se vive. Y aquí el mensaje conecta de lleno con León XIV: cuando el trabajo mata, es pecado social; cuando el capital destruye dignidades, es idolatría.


Shaw eligió otro camino: usar el poder para proteger, no para aplastar.

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UN MENSAJE DIRECTO A ESTE TIEMPO

Hoy, mientras el mundo debate salarios mínimos, inteligencia artificial, precarización y “muertes blancas”, la Iglesia propone como beato a un empresario. No es ingenuidad. Es profecía.


Enrique Shaw no gritó consignas. Vivió una economía distinta. Y su beatificación es una advertencia silenciosa pero contundente: Dios no está contra la empresa. Dios está contra la empresa que mata. Y está a favor de quienes, como Shaw, hacen del trabajo un lugar de vida.


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Estampita y oración oficial de Enrique Shaw.

CUANDO EL EVANGELIO ENTRA EN LA OFICINA

No fue casual que el decreto lo firmara León XIV el mismo día en que habló del trabajo que no puede ser un lugar de muerte. La Iglesia une los puntos. El mensaje es claro.


Enrique Shaw será beato. Y con él, el Evangelio vuelve a entrar —sin pedir permiso— en fábricas, directorios, balances y contratos.


Porque la santidad, desde hoy, también tiene traje, escritorio… y conciencia.

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