top of page

EL ASESINO QUE VA CAMINO A LOS ALTARES

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 22 horas
  • 5 Min. de lectura
Un asesino francés guillotinado en 1957 podría convertirse en beato. Su conversión, escrita entre lágrimas en una celda, hoy estremece al Vaticano. ¿Cómo pasó de criminal público a alma candidata al cielo? La historia más incómoda… y más poderosa.
Jacques Fesch
Momento en que detienen a Jacques Fesch.

Hay historias que escapan a toda lógica humana. Historias que queman, que incomodan, que obligan a mirar al cielo con miedo y a la vez con esperanza. Historias que, como la del protagonista de este relato, rompen todos los esquemas religiosos, jurídicos y morales de nuestro tiempo.


Esta es la vida —y la muerte— del hombre que pasó de asesino convicto a candidato a los altares. Su nombre: Jacques Fesch. Su destino: la guillotina. Su legado: un grito de conversión que todavía sacude almas.







EL DÍA EN QUE FRANCIA QUEDO PARALIZADA

24 de febrero de 1954. París. Una ciudad elegante, orgullosa… y a punto de presenciar uno de los hechos más escandalosos de su historia reciente. Ese día, un joven de 24 años, hijo de familia acomodada pero vacío por dentro, decidió robar a un cambista. Su vida era un desorden moral que se venía desmoronando hacía años, y esa tarde explotó en tragedia.


Golpeó a Alexander Silberstein con la culata de un arma, aunque este logró dar la alarma. Un policía, Jean Vergne, viudo y padre de una niña, corrió hacia el lugar. Jacques, desesperado, giró y disparó tres veces. El agente cayó muerto. Tres transeúntes fueron heridos. Francia quedó en shock.


Minutos después, mientras intentaba meterse en el metro, fue detenido. El país entero pedía una condena ejemplar. Los noticieros transmitieron en directo el cortejo fúnebre del oficial. Y cada paso del juicio fue seguido con morbo, indignación… y sed de justicia.


El 6 de abril de 1957, el veredicto llegó como un golpe seco: “Jacques Fesch, condenado a muerte por guillotina”.

Casa Betania
UN NIÑO RICO QUE NUNCA ENCONTRÓ EL RUMBO

Pero para entender lo imposible que fue su transformación, hay que mirar hacia atrás. Nació en una familia rica. Su padre, un banquero belga ateo, brillante y distante. Su madre, católica, delicada, incapaz de contener los estallidos emocionales del niño. Cuando tenía 17 años, sus padres se divorciaron. Ese día, también se rompió su interior.


Creció sin disciplina, sin fe, sin propósito. Era perezoso, hedonista, desordenado. Su vida amorosa era un caos: dejó embarazada a su novia, Pierrette, se casaron por lo civil… pero luego la abandonó. Tuvo otro hijo con otra mujer, que terminó en un orfanato. Saltó de trabajo en trabajo, gastó todo, pidió dinero que nunca devolvía.


Y un día, en una mezcla de egoísmo y fantasía, insistió a su padre para que le comprara un barco para “viajar a Tahití”. El padre se negó. La realidad lo aplastó… y Jacques decidió huir del modo más miserable.


Robar. Golpear. Disparar. Matar. Para eso se había reducido su vida.


Jacques Fesch
Jacques es encarcelado.
LA CELDA DE LA MUERTE... QUE SE CONVITIÓ EN UN MONASTERIO

Lo que nadie sabía —ni él mismo— es que esa prisión en París, ese cuarto húmedo y silencioso, se transformaría en el escenario de una de las conversiones más sorprendentes del siglo XX.


Al principio, rechazó al capellán. No quería saber nada con Dios. Pero el sacerdote insistió. Un amigo suyo, recién ordenado, también lo visitó. Su abogado, Baudet, era un católico devoto que rezaba por él.


Tres hombres. Tres luces. Tres puertas que empezaron a abrirse.


Y una noche, el 28 de febrero de 1955, ocurrió lo imposible. En sus palabras: “Un grito salió de mi pecho... ‘¡Dios mío!’. Y como un viento impetuoso, el Espíritu del Señor me agarró por la garganta”.


De pronto, ese asesino sintió un poder infinito y una bondad absoluta que le revelaron algo que jamás había creído: nunca estuvo solo.


Desde ese instante, su celda dejó de ser un infierno. La llamó “mi claustro”. Se volvió místico, casi monje. Leía a san Francisco de Asís, santa Teresa de Ávila y Teresita del Niño Jesús —a quien llamaba “mi pequeña Teresa”—. Rezaba el Oficio Divino. Lloraba sus pecados con una lucidez brutal. Escribía cartas que hoy son consideradas joyas espirituales.


En una de ellas escribió: “Tengo la certeza de comenzar a vivir por primera vez. Antes era solo un muerto viviente”.

Pedro Kriskovich
EL ORGULLO, LA SANGRE Y LA ESPERANZA

Fesch no maquilló su pasado. Lo enfrentó. En una carta desgarradora confesó: “Mi verdadera culpa no está en las acciones por las que estoy preso, sino en el daño que hice a quienes más me amaban”.


Hablaba de Pierrette. Hablaba de su hija Veronica. Hablaba del niño abandonado.

Su proceso interior fue tan profundo que empezó a considerar su condena como parte del plan de Dios.


Llegó a decir: “El castigo que me espera no es una deuda que tengo que pagar, sino un regalo que el Señor me está dando”.


¿Puede alguien pensar así horas antes de ser guillotinado?


Jacques Fesch
Imágenes del archivo policial, tomadas en el momento que le realizaban el prontuario.
EL ÚLTIMO AMANECER

Cuando se anunció la fecha de ejecución, no tembló. No renegó. No se escondió.

Se preparó como un místico que está por atravesar la puerta del Cielo. Sus últimas notas son estremecedoras: “Cinco horas más y estaré en la verdadera vida. Cinco horas más y veré a Jesús”.


Los guardias abrieron la celda el 1 de octubre de 1957.Lo encontraron de rodillas, rezando. Sus últimas palabras fueron: “Señor, no me desampares. Confío en Ti”. Minutos después, la cuchilla cayó. Y el asesino murió… como un "santo".

Santería
EL ESCÁNDALO QUE LLEGÓ AL VATICANO

La historia no terminó ahí. Sus cartas, sus diarios y su correspondencia con su esposa se fueron convirtiendo en material espiritual de alta potencia. Al principio nadie quiso publicarlas. Hasta que una monja carmelita, sor Verónica, y el padre Augustin-Michel Lemonnier lograron editar su obra.


Las conversiones que provocó fueron tantas que en 1987 el cardenal Jean-Marie Lustiger abrió la investigación diocesana. En 1993, Roma abrió oficialmente la causa de beatificación.

El propio purpurado lo resumió así: “La Iglesia no propone santos perfectos, sino ejemplos de conversión”.



¿EL ASESINO QUE SERÁ BEATO?

Hoy, 95 años después de su nacimiento, Jacques Fesch tiene título oficial: Siervo de Dios.

Es posible —y muchos lo desean— que un día se convierta en beato.


¿Un asesino, beato?¿Un hombre que mató a un policía frente a testigos, venerado como modelo espiritual? Es un escándalo. Es un misterio. Es Evangelio puro.


Porque si la cruz redimió al buen ladrón, si Cristo abrió el Paraíso a un condenado, si la gracia llegó a una celda de París…

…entonces nadie está fuera del alcance de Dios. Ni vos. Ni yo. Ni Jacques.


Y ese es el mensaje que vuelve esta historia tan peligrosa, tan incómoda, tan viva: para Dios, una sola lágrima sincera pesa más que una vida entera de pecado.


El asesino camina hacia los altares. Y el mundo —entre escándalo y asombro— lo está mirando.



📖También te puede interesar:



Comentarios


bottom of page