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Descartar a los ancianos es traicionar la vida

Francisco advirtió hoy, en su catequesis sobre la vejez, contra la cultura de la marginación de los adultos mayores. Los ancianos deben ser prioridad en la comunidad cristiana, aseguró el Papa.
 

“El alegre servicio de la fe que se aprende en la gratitud”, fue el tema de otra catequesis sobre la vejez que brindó hoy Francisco ante una multitud que se congregó en la plaza San Pedro, en la que explicó un pasaje del Evangelio de san Marcos 1, 29-31: “Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos”.


El Pontífice manifestó que una simple fiebre en el adulto mayor puede ser peligrosa, por eso en esa edad hay que tener paciencia con el cuerpo y comprender lo que todavía se le puede pedir.


“La enfermedad del anciano parece acelerar la muerte y, en todo caso, disminuir ese tiempo de vida que ya consideramos corto. Nos asalta la duda de que no nos recuperaremos, de que ‘esta vez será la última vez que enferme...’. No se puede soñar con la esperanza en un futuro que ahora parece inexistente”, indicó.


"Por favor, hagamos que los abuelos estén cerca de los niños, de los jóvenes, para transmitir la experiencia de la vida", pidió el Papa Francisco. (Fotografía: Vatican Media)



LA COMUNIDAD DEBE CUIDAR DE LOS ANCIANOS

El hecho de que Jesús no va solo a visitar a la anciana enferma, sino que va a ella junto con los discípulos, es el ejemplo de que es "la comunidad cristiana la que debe ocuparse de los ancianos", subrayó el Papa.


“Donde no hay diálogo entre los jóvenes y los mayores, falta algo y crece una generación sin pasado, es decir, sin raíces.”

El Santo Padre destacó que la sociedad debe sentir la responsabilidad de visitar a los ancianos que a menudo están solos y presentarlos al Señor con la oración. "Una sociedad es verdaderamente acogedora de la vida cuando reconoce que ella es preciosa también en la ancianidad, en la discapacidad, en la enfermedad grave e, incluso, cuando se está extinguiendo", recordó, tomando el mensaje que brindo a la Academia Pontificia para la Vida el 19 de febrero de 2014.



GRATITUD

Jesús, al curar a la mujer transmitió a los discípulos la enseñanza de que la "la salvación se comunica a través de la atención a esa persona enferma", expresó Jorge Bergoglio, mientras la mujer mostró su gratitud por la ternura de Dios hacia ella.


“La cultura del descarte, que socialmente intenta borrar a los viejos como si fueran una carga es una traición a la propia humanidad, es la cosa más fea, esto es seleccionar la vida según la utilidad, según la juventud y no con la vida tal y como es, con la sabiduría de los mayores, con las limitaciones de los mayores”, sostuvo el Obispo de Roma y aseveró: “los ancianos tienen mucho que darnos”, sobre todo la sabiduría de lo vivido que se transmite de generación en generación, por lo que es fundamental “el diálogo entre jóvenes, niños y abuelos”.


“Donde no hay diálogo entre los jóvenes y los mayores, falta algo y crece una generación sin pasado, es decir, sin raíces”, sostuvo.



LOS ANCIANOS NO DEBEN SER MARGINADOS

"Jesús revela su sensibilidad por los que sufren y anuncia la salvación", subrayó el Santo Padre. (Fotografía: Vatican Media)


La anciana curada por Jesús se levanta, narra el evangelista, y se pone al servicio de los discípulos. Así que ella también les da una lección, observó Francisco, demostrando que "incluso siendo ancianos se puede servir a la comunidad", superando "la tentación de hacerse a un lado".


Si los ancianos, en lugar de ser descartados y excluidos de la escena de los acontecimientos que marcan la vida de la comunidad, fueran colocados en el centro de la atención colectiva, se les animaría a ejercer el precioso ministerio de la gratitud a Dios, que no olvida a nadie.


Francisco concluyó con una bella imagen: la dulzura de Jesús hacia la mujer en esta página del Evangelio demuestra claramente "su especial sensibilidad hacia los débiles y los enfermos, que el Hijo de Dios había aprendido ciertamente de su Madre".

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