“¿Cómo quieres que te llamen?”
- Canal Vida
- hace 9 horas
- 3 Min. de lectura
El nombre que elige el Papa no es un detalle: es un mensaje al mundo. ¿Por qué nunca nadie eligió llamarse Pedro II? ¿Qué mensaje esconde cada nombre?

El humo blanco apenas se desvanece en el cielo de Roma. Las campanas de san Pedro suenan. El pueblo espera con el corazón en vilo. Pero antes de que el mundo escuche el histórico “Habemus Papam”, ocurre algo íntimo, casi secreto. Una voz le pregunta al elegido:“¿Cómo quieres que te llamemos?”.
En ese instante, el hombre ya no se pertenece. Acaba de morir el cardenal, y nace el Papa. Y con ese nombre que elige, empieza a escribir una historia que no será solo suya, sino de toda la Iglesia.

UN SEGUNDO NACIMIENTO
La tradición no es nueva. Viene del propio Cristo, que cambió el nombre de Simón por el de Pedro, marcando el inicio del liderazgo apostólico. Desde entonces, cada nuevo Papa elige un nombre distinto al bautismal, como signo de su nueva identidad y misión.
Como si no bastara con el peso del trono de Pedro, el elegido debe —en cuestión de minutos— decidir cómo quiere ser recordado por siglos.
HISTORIA, PODER Y MENSAJE
¿Es solo un nombre? ¡Nunca lo fue! Cada elección transmite un mensaje profético.
Pablo VI se inspiró en el apóstol misionero.
Benedicto XVI quiso unir la paz de Benedicto XV con la espiritualidad de san Benito.
Francisco rompió todos los esquemas. Escogió el nombre del santo de Asís, el hombre de la pobreza y la paz, nunca usado antes por ningún Papa.
Juan Pablo I fue aún más original: usó un doble nombre por primera vez en la historia. Su sucesor, Juan Pablo II, lo repitió en su honor.
En el corazón del Vaticano, el nombre es una brújula que indica el rumbo espiritual de toda la Iglesia.

CUANDO UN NOMBRE ESTREMECE AL MUNDO
La elección del nombre no es improvisada ni banal. Suele estar cargada de historia personal, devoción e incluso memoria familiar. Juan XXIII lo dijo con ternura: “Elegí este nombre porque era el de mi padre… y de la parroquia donde fui bautizado”.
Y sin embargo, nunca ningún Papa se atrevió a llamarse Pedro II. El simbolismo de aquel primer Pontífice, fundado por Cristo, sigue siendo intocable.
¿Y EL PRÓXIMO PAPA?
Hoy, a pocas horas del comienzo del Cónclave que elegirá al 267º sucesor de Pedro, las especulaciones crecen:¿Será Francisco II, en continuidad con la revolución de la misericordia?¿Veremos al primer Pío XIII, invocando firmeza doctrinal?¿O surgirá un nombre inédito, como señal de nuevos vientos en la Iglesia? Sólo el Espíritu Santo lo sabe.

EL NOMBRE QUE QUEDA GRABADO EN LA ETERNIDAD
Después de responder: “Sí, acepto ser Papa”, el elegido responde la pregunta: “¿Cómo quieres que te llamen?”. Y ese nombre —sea tradicional o inesperado— se transforma en su escudo, su lema, su identidad, su legado.
Desde ese instante, ya no será un cardenal. Será el Vicario de Cristo en la Tierra. Y su nombre resonará no solo en la plaza San Pedro, sino en cada rincón del mundo donde alguien susurre una oración.
El nombre del Papa es su primera homilía, su primer gesto pastoral, su primer milagro político y espiritual.
Y a partir de mañana, cuando el humo blanco diga que “tenemos Papa”, lo primero que sabremos de él será cómo eligió llamarse… y qué quiere decirnos con eso.
Perdon pero Corrijo, San Juan Pablo II tomo ese nombre porque ia a continuar con lo que empezo JPI y no le dio tiempo de hacer.