UNA VIDA APAGADA POR EL ODIO: EL CLAMOR DE LA IGLESIA POR MARÍA FERNANDA
- Canal Vida
- hace 2 días
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Tenía fe, futuro y una comunidad que la amaba. El asesinato de María Fernanda Benítez sacude a Paraguay y deja un mensaje urgente: la violencia no puede ser normalizada. La Iglesia responde con oración, dolor y denuncia profética.

La mataron. Joven, activa, llena de fe. María Fernanda Benítez (17) no murió por accidente ni por enfermedad: fue silenciada por la violencia que crece en las sombras del Paraguay contemporáneo. Su vida fue truncada de manera brutal, pero su memoria encendió una llama en el corazón de toda la Iglesia.
Desde la arquidiócesis de Asunción, el cardenal Adalberto Martínez emitió un mensaje que no es solo un comunicado: es un grito de amor, de justicia y de fe. “Nos sentimos profundamente interpelados”, escribió. Y en esa frase se condensa todo: indignación santa, dolor compartido, compromiso cristiano.
UNA JOVEN QUE CAMINABA CON DIOS
María Fernanda no era una desconocida. En la comunidad eclesial de Coronel Oviedo era conocida por su entrega, su oración, su compromiso. Tenía apenas unos años de juventud, pero una madurez espiritual que conmovía. Era servidora y testigo.
Su vida se apagó de una manera que duele solo escribirla. Y en esa herida abierta, el purpurado no calló. Con palabras claras y sin vueltas, llamó a las autoridades a esclarecer el hecho “con la mayor celeridad posible”. Pero más que eso: llamó a toda la comunidad a reflexionar, a no acostumbrarse a la injusticia.

NO ES SOLO UNA MUERTE: ES UNA ALARMA
“Su muerte conmueve e indigna a toda la comunidad”, dice el mensaje. Porque no fue solo María Fernanda. Son muchas. Son demasiadas. Es cada joven que no vuelve a casa. Es cada rostro que desaparece de una parroquia, de un colegio, de una familia.
El crimen de María Fernanda es una denuncia contra la indiferencia. Es una bofetada al alma de una sociedad que empieza a tolerar lo intolerable. Por eso, el mensaje del cardenal no es solo condolencia: es profecía. Es el eco de Jesús gritando en el Evangelio: “Lo que le hicieron a uno de estos pequeños, a mí me lo hicieron”.

UNA IGLESIA QUE ABRAZA, PERO TAMBIÉN CLAMA
Monseñor Martínez no solo se unió al dolor. También exigió justicia. Lo hizo con la fuerza de quien cree en un Dios que ve en lo oculto. Con la voz de quien sabe que el alma de un pueblo también se juega en cómo trata a sus hijos.
“Ofrecemos nuestras más sinceras condolencias y oraciones por el alma de María Fernanda”, expresó el purpurado. Y en esas palabras, muchos encuentran un consuelo que no viene del mundo, sino del cielo. Porque cuando la justicia terrena falla, el clamor del pueblo de Dios se eleva al trono eterno.

QUE LA LUZ NO SE APAGUE
El comunicado termina con una oración que hoy resuena en todo Paraguay: “Dale, Señor, el descanso eterno y brille para ella la luz perpetua”. Y mientras tanto, la Iglesia promete no dejar que esa luz se extinga.
Que el asesinato de María Fernanda no quede en las carpetas de la burocracia ni en el olvido de los medios. Que su nombre se convierta en semilla de conversión, de justicia y de paz.
Porque la violencia no tiene la última palabra. Porque el odio no puede ganar. Porque él, el Dios de la vida, ya venció a la muerte. Y porque María Fernanda, desde la eternidad, sigue gritando con su vida: “El amor nunca muere”.
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