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Una Llamada que Retumbó en Medio de las Bombas

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 4 horas
  • 2 Min. de lectura
En medio del estruendo de las bombas, una llamada desde Castel Gandolfo se convirtió en un milagro: León XIV habló con el padre Gabriel Romanelli, párroco argentino en Gaza, para asegurarle cercanía, oración y esperanza a su comunidad sitiada.
Gabriel Romanelli
El padre Gabriel Romanelli sufrió lesiones leves en el ataque de Israel a la parroquia de Gaza que tiene a cargo. En ese atentado murieron cuatro personas.

En la madrugada del 16 de septiembre, mientras los cielos de Gaza se desgarraban con el rugido de las explosiones, sonó un teléfono en la parroquia de la Sagrada Familia. Al otro lado de la línea, desde Castel Gandolfo, estaba León XIV. No fue una llamada protocolar. Fue un gesto de cercanía y humanidad en medio del horror.


El Santo Padre habló con el párroco argentino Gabriel Romanelli, quien le relató la dramática situación de los 450 refugiados que se aferran a la parroquia como último refugio: ancianos, niños y familias enteras sobreviviendo con agua racionada, pan partido y la fuerza de la fe.

El Pontífice escuchó con el corazón y respondió con lo único que podía ofrecer desde la distancia: su oración, su aliento, su voz paternal que retumba más fuerte que las bombas.

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El director de la Oficina de Prensa Vaticana, Matteo Bruni, confirmó lo sucedido: “El Papa aseguró al padre Gabriel y a todos los que acuden a la parroquia su cercanía y sus oraciones”. Pero esa frase, simple y solemne, resonó como un grito de esperanza en un escenario de muerte.


Horas antes, el propio padre Romanelli había difundido en redes sociales un video estremecedor: en plena liturgia, un estruendo sacudió los muros sagrados. Los fieles, lejos de huir, permanecieron firmes, rezando con más fuerza. Allí, donde la muerte se pasea sin pedir permiso, la voz del Papa fue un bálsamo.


Francisco lo hacía cada día durante su pontificado. Ahora, León XIV retoma ese hilo de ternura y resistencia: el hilo invisible que une Roma con Gaza, el Vaticano con la sangre inocente.


Una llamada, apenas unos minutos… pero que en ese rincón sitiado se sintió como un milagro.



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