San Bernardino: La Ciudad del Lago que Lleva un Nombre Santo y Vive la Fe a Orillas del Ypacaraí
- Canal Vida
- hace 2 días
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A orillas del lago Ypacaraí hay una ciudad que lleva nombre de santo y donde la fe no se esconde. San Bernardino es el refugio turístico de Paraguay… y también una ciudad mariana, con altares entre las montañas y el nombre de la Virgen tallado en lo alto. Turismo, historia y devoción se abrazan en este rincón que no olvida a Dios.
No es coincidencia. Aunque la ciudad paraguaya de San Bernardino no fue fundada en honor al santo franciscano —cuya festividad es hoy— que predicaba con el nombre de Jesús en alto, el espíritu de su vida parece haber impregnado sus calles. En este rincón del país guaraní, donde el lago Ypacaraí refleja el cielo y la montaña lo abraza, la fe también tiene nombre y rostro.
A solo 50 kilómetros de Asunción, San Bernardino se alza como uno de los destinos turísticos más importantes del país. Pero no es solo playa, cerveza y descanso. También es oración, devoción y silencio contemplativo. La ciudad ofrece un recorrido espiritual inesperado: un verdadero circuito mariano donde se entrelazan el arte, la naturaleza y la fe.
El corazón de esa ruta está en el Mirador de la Virgen Aparecida. Subiendo una colorida escalinata, se llega hasta una imagen de cuatro metros de altura que vigila la ciudad desde lo alto. Allí se reza. Se agradece. Se canta. Desde ese lugar, muchos aseguran que se ve algo más que el lago.
A pasos de allí, la parroquia Nuestra Señora de la Asunción acoge peregrinos, visitantes y fieles que aún buscan sentido en medio del ruido turístico. Para quienes no llegan hasta allí, está la histórica capilla de la Virgen de Fátima, construida hace más de 60 años por colonos alemanes, que recibe a diario a fieles y turistas por igual. Y los que quieren unir fe y cultura, el Paseo del Recuerdo revive la historia de la mítica guarania “Recuerdos de Ypacaraí”.
San Bernardino, con nombre de santo, alma de pueblo y mirada al cielo, es un refugio para quienes saben que la fe no se deja en casa: se camina. Se respira. Se vive.
Aquí, el turismo no apaga la fe. La multiplica.
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