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  • jmarinangeli

Prefiero que muera

El dolor de ver a un ser querido perderse en la oscuridad de la demencia senil es indescriptible. Es un sufrimiento que nos enfrenta a nuestra propia impotencia, a la lenta degradación de quienes amamos. A veces, en medio de este dolor, uno desea la muerte como un descanso para ellos y para uno mismo.
 
Paciente en los últimos tramos de su vida

Acompañar en el dolor nos humaniza, pero sobre todo nos hace crecer en la fe, ya que el pilar es Dios.


Ver morir a un ser querido es una de las experiencias más dolorosas que podemos enfrentar. Lo sé bien, porque lo viví cuando mi padre murió inesperadamente en un accidente automovilístico a los 73 años de edad. La muerte lo arrebató de nuestras vidas en un instante, dejándonos con un dolor agudo, una herida abierta que aún duele. Pero, a pesar de esa tristeza, no tuve que ver a mi padre degradarse, perder su dignidad o su esencia. No tuve que verlo desaparecer lentamente, devorado por una enfermedad implacable.


"El dolor de ver a un ser querido perderse en la demencia es insoportable, pero no puedo escapar de él. Solo puedo enfrentarlo con el amor y la fe que Dios me da."

Con mi madre, en cambio, el dolor es diferente. Ella, que fue siempre una mujer fuerte, llena de vida y energía, ahora se va desvaneciendo ante mis ojos. La demencia senil la consume, la transforma en alguien que ya no reconozco. Sus alucinaciones, confusión, pérdida de su lucidez me desgarran el alma. Es un sufrimiento continuo, un duelo anticipado que se prolonga cada día.

 
Pedro Kriskovich, el periodista uno de Paraguay, en la radio UNO del país.
 

El Papa Francisco habló en numerosas ocasiones sobre la importancia de cuidar a nuestros ancianos, de acompañarlos en su vejez con amor y respeto. Él mismo dice que la vejez es una bendición, pero que también puede ser un tiempo de gran fragilidad. Cita a menudo a san Agustín, quien en su obra "Confesiones" reflexiona sobre la importancia de aceptar la vulnerabilidad humana, especialmente en la vejez. Sin embargo, cuando te enfrentas a la realidad de una madre que se degrada lentamente, esas palabras a veces parecen insuficientes para consolar.


"Acompañar a mi madre en su degradación es, quizás, la lección más dura y, al mismo tiempo, más valiosa que recibo. No se trata de buscar la perfección o de negar el dolor, sino de aceptar la realidad con fe."

No puedo evitar pensar que preferiría que mi madre muriera, que descansara en paz, en lugar de verla sufrir de esta manera. Es un pensamiento duro, doloroso, pero también egoísta porque en esos momentos me pongo como prioridad, cuando ella es la que tiene que estar en primer lugar para tener una sobrevida digna, a pesar de no poder detener la enfermedad que avanza sin piedad.


Sufrir en silencio

El amor y la fe son armas en la dura batalla de acompañar a un ser querido en su declive mental, lo que nos enfrenta a nuestra propia impotencia, pero también nos enseña a amar de manera más profunda.


Mi deber como hijo y moral es estar a su lado, acompañarla en este proceso con todo el amor que le tengo. No puedo salvarla de la demencia, pero puedo hacerle más llevadero este camino. San Juan Pablo II, en su encíclica "Evangelium Vitae", nos recuerda que cada vida es valiosa, incluso en su fase más frágil. Nos insta a ser custodios de esa vida, a darle sentido y dignidad hasta el último momento.


Es un desafío enorme, pero también una oportunidad para aprender a amar de una manera más profunda, más desinteresada. Acompañar a mi madre en su degradación es, quizás, la lección más dura y, al mismo tiempo, más valiosa que recibo. No se trata de buscar la perfección o de negar el dolor, sino de aceptar la realidad con fe, con la certeza de que Dios está presente, incluso en medio de la enfermedad y la muerte.


Casa Betania, el hotel católico de Argentina.

Quiero darle a mi madre la mejor calidad de vida posible en los años que le queden de vida terrenal. Quiero que, a pesar de todo, sienta el amor de su familia, que sepa que no está sola. Y quiero que, cuando llegue su momento, lo haga en paz, rodeada de amor, sin miedo.


Demencia senil

El Papa Francisco aseguró que la vejez es frágil, pero también sagrada.


El dolor de ver a un ser querido perderse en la demencia es insoportable, pero no puedo escapar de él. Solo puedo enfrentarlo con el amor y la fe que Dios me da, sabiendo que, a pesar de todo, hay un propósito en todo esto, aunque a veces me cueste verlo.


Por eso, mientras tanto, seguiré a su lado, dándole lo mejor de mí, esperando que, cuando llegue el momento, mi madre pueda descansar en paz, liberada del tormento que hoy la consume. Y rezando para que yo también encuentre la paz en medio de este dolor.

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