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“No Estamos Enfermos… ¡Estamos Vivos!”: El Grito Final del Papa ante Más de un Millón de Jóvenes

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 3 ago
  • 3 Min. de lectura
Ante una multitud, León XIV cerró el Jubileo con una homilía que sacudió almas: habló de la sed de infinito, del vacío moderno y de una frase que ya es viral: “¡No estamos enfermos, estamos vivos!”.
León XIV
Ante una multitud de más de un millón de jóvenes reunidos en Tor Vergata, León XIV pronuncia la homilía final del Jubileo de la Juventud, conmoviendo al mundo con un mensaje de esperanza, verdad y llamado a la santidad.  (Fotografía: Vatican Media)

La misa más convocante del año se convirtió en un terremoto espiritual. Con voz firme y corazón abierto, León XIV cerró el Jubileo de los Jóvenes ante una multitud que superó el millón de almas. Lo hizo con una homilía que no dejó lugar a dudas: el Evangelio no es una propuesta tibia… es un llamado a la radicalidad del amor.


Desde el amanecer, la explanada de Tor Vergata fue el escenario de una procesión interminable de banderas, cantos, lágrimas y oraciones. Jóvenes de 146 países ocuparon cada centímetro del terreno que una vez vio a san Juan Pablo II estremecer el mundo. Hoy, ese fuego fue reavivado por el nuevo Pontífice que no esquivó el desafío.

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“SOMOS COMO LA HIERBA… PERO HECHA PARA FLORECER”

En una homilía que desbordó profundidad y ternura, el Santo Padre comenzó con una imagen que desconcertó: la fragilidad del ser humano comparada con la hierba del campo. “Por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca”, citó del Salmo 90.


Pero lejos de un mensaje pesimista, lo transformó en dinamita de esperanza: “No hemos sido hechos para una vida segura y firme… sino para una existencia que se regenera constantemente en el don y en el amor”.


Un campo que florece en primavera, incluso tras los inviernos más duros: esa es la juventud que Dios sueña.


León XIV
La juventud no esta perdida... o está perdida de amor por Jesús... Más de un millón de personas lo demostraron.
“TENÉS SED… PERO NINGUNA BEBIDA DEL MUNDO VA A SACIARTE”

Con esa frase, el sucesor de Pedro capturó el corazón de una generación inquieta, muchas veces vacía, que busca sentido en medio del ruido digital, la ansiedad y el consumo.


“No engañemos nuestro corazón con sucedáneos. Escuchemos esa sed… y subamos sobre ella como en un taburete, para mirar por la ventana del encuentro con Dios”, subrayó


La ovación no se hizo esperar. Porque muchos se sintieron, por primera vez, comprendidos.


León XIV
Cristo presente. El silencio y la emoción se sentía en el aire. (Fotografía: Vatican News)
“¡NO ESTAMOS ENFERMOS, ESTAMOS VIVOS!”

Citando a su predecesor Francisco, León XIV dio un giro inesperado. Frente al vacío existencial que viven millones, lanzó una frase que ya es tendencia mundial: “No se alarmen si se sienten incompletos, inquietos, deseosos de algo más… ¡Eso no es enfermedad, es vida!”.


Una generación acusada de superficial… recibió, por fin, un diagnóstico que la dignifica.

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NO COMPRES. COMPARTÍ. NO ACUMULES. AMÁ.

Frente a una cultura obsesionada por el tener, el vicario de Cristo fue tajante: “La plenitud no depende de lo que acumulamos, sino de lo que sabemos acoger y compartir con alegría”.


El Evangelio del día fue usado como lanza contra la mentalidad del consumo: el hombre que acumula graneros, pero pierde el alma. Y el Papa no dudó: “Comprar, consumir, no es suficiente. Hay que mirar a lo alto”.


Y en ese instante, miles de jóvenes elevaron sus mochilas, rosarios, banderas y celulares al cielo, como si entendieran —por fin— que nada vale más que el amor compartido.


León XIV
El Santo Padre, luego de sus contundentes palabras se despide de la multitud que durante una semana incendió de fe la capital italiana. (Fotografía: Vatican News)
PIER GIORGIO, CARLO Y LA MISIÓN POST-ROMA

León XIV citó a Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, quienes pronto serán santos, como modelos de vida radical en Cristo: “Cultiven la amistad con Jesús a través de la confesión, la Eucaristía, la caridad generosa…”.


Y a cada joven le gritó, con dulzura firme: “¡Aspiren a la santidad! ¡No se conformen con menos!”.


El Papa los encomendó a María, la Virgen de la Esperanza, y les dio la misión final: regresar a sus países para contagiar al mundo con el fuego del Evangelio.


Un millón de jóvenes escucharon. Y muchos lloraron. Porque por primera vez, entendieron que no eran débiles... eran llamados.


Y cuando León XIV se retiró del altar, no hubo gritos. Hubo silencio. Un silencio sagrado. De esos que solo nacen… cuando Dios pasa.



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