León XIV y los monaguillos: “La Misa salva al mundo hoy”
- Canal Vida
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El Papa estremeció a cientos de monaguillos con un llamado inesperado: “Son la esperanza para la Iglesia...”. Denunció la falta de sacerdotes como una desgracia y pidió a los jóvenes abrirse al llamado de Cristo.

La Sala Clementina del Palacio Apostólico volvió a vibrar este 25 de agosto cuando León XIV recibió a cientos de monaguillos franceses en peregrinación al Vaticano. No fue una audiencia más: el Pontífice convirtió su mensaje en una verdadera llamada de fuego a los jóvenes servidores del altar, a quienes describió como “una esperanza para la Iglesia en tiempos de sequía vocacional”.
“La falta de sacerdotes es una desgracia para la Iglesia.” (León XIV)
LA EUCARISTÍA: EL TESORO DE TESOROS
Con palabras encendidas, subrayó que la Eucaristía es el tesoro de la Iglesia y recordó que cada domingo, desde los primeros cristianos hasta hoy, la Misa es el momento en que Cristo mismo vuelve a ofrecer su vida “sin pedir nada a cambio”.
En esa línea, subrayó que “la celebración de la Misa nos salva hoy, salva al mundo hoy”. Ante el asombro de los monaguillos, insistió en que no se trata de un deber rutinario, sino de la necesidad vital de recibir la vida de Dios que se dona una y otra vez.

EL AMIGO QUE NUNCA ABANDONA
El Pontífice habló con un tono casi paternal, asegurando a los jóvenes que Jesús quiere ser su mejor amigo, aquel que ilumina la vida desde dentro y sostiene en la tristeza, la enfermedad o la pérdida. “Él está a la puerta y llama”, recordó citando el Apocalipsis, e invitó a los monaguillos a abrir de par en par su corazón para dejar entrar al Señor.
“La Misa es un momento de alegría, porque Jesús está presente, pero también un instante solemne, donde el silencio, la dignidad y la belleza litúrgica introducen en el Misterio.” (León XIV)
UNA VOCACIÓN QUE URGE
En el pasaje más fuerte de su discurso, no disimuló la gravedad de la crisis de vocaciones: “La falta de sacerdotes es una desgracia para la Iglesia”. Frente a los jóvenes entusiastas, lanzó un desafío directo: “Estén atentos a la llamada que Jesús podría hacerles. El mundo necesita sacerdotes que se atrevan a donar a Cristo cada día desde el altar”. Con esa frase, convirtió la audiencia en un seminario improvisado, donde cada monaguillo salió con la pregunta ardiente en el corazón: ¿me llama a mí?

ENTRE LA ALEGRÍA Y LA SOLEMNIDAD
El Santo Padre no olvidó destacar el equilibrio entre la fiesta y la seriedad de la liturgia: “La Misa es un momento de alegría, porque Jesús está presente, pero también un instante solemne, donde el silencio, la dignidad y la belleza litúrgica introducen en el Misterio”.
Pidió a los monaguillos que su actitud sea siempre un espejo de la grandeza sagrada del altar, para que los fieles puedan sentir que no asisten a un rito cualquiera, sino al encuentro más importante de la vida cristiana.
TESTIGOS DE ESPERANZA
Antes de impartir su bendición, León XIV agradeció el servicio silencioso y generoso de los jóvenes: “Su número y la fe que los anima son una gran consolación, un signo de esperanza para la Iglesia”. El mensaje final fue un envío profético: perseveren y contagien al mundo la alegría de servir a Cristo.
En tiempos de oscuridad y escepticismo, el vicario de Cristo dejó claro que el futuro se construye en los altares: allí, donde niños y jóvenes se convierten en custodios del misterio, y donde el cielo desciende cada día sobre la tierra.