León XIV y la Catequesis que Sacudió a San Pedro: “Dios Desciende a lo Más Oscuro para Levantarnos”
- Canal Vida

- 24 sept
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En una catequesis estremecedora, el Papa explicó que Cristo descendió hasta los infiernos no como derrota, sino como la victoria más radical del amor. “La muerte nunca es la última palabra”, clamó ante miles de fieles.

Bajo un cielo incierto, cargado de presagios de lluvia, miles de fieles escucharon a León XIV en la tradicional audiencia general que se llevó a cabo en la plaza San Pedro y en al Aula Paulo VI. Pero lo que ocurrió no fue un sermón más: fue un grito desde las entrañas de la fe. El Pontífice habló del Sábado Santo y del descenso de Cristo a los infiernos, no como derrota, sino como la victoria más insólita: un Dios que no teme tocar la oscuridad más densa para rescatar al hombre.
“Jesús no se detuvo en la tumba —dijo el Papa—; entró en la misma casa de la muerte para vaciarla, para llevar a cada uno de la mano”. La multitud se estremeció. En esas palabras había más que teología: había la fuerza de un mensaje que atraviesa los siglos y golpea directo al corazón.
EL DESCENSO AL ABISMO: UNAMOR QUE NO CONOCE FRONTERAS
León XIV explicó que los infiernos no son un lugar físico, sino una condición existencial: la soledad, la culpa, la vergüenza, la desesperanza. Y es allí, en ese abismo que nadie quiere nombrar, donde Cristo entra con pasos de silencio, como un médico en una sala de hospital, no para juzgar, sino para sanar y liberar.
El Papa recordó el pasaje de la Primera Carta de Pedro, donde se dice que Cristo descendió a anunciar la salvación a los espíritus encarcelados. “Si Él bajó hasta lo más hondo, entonces nada ni nadie queda fuera de su redención. No hay pecado demasiado oscuro, no hay historia demasiado rota que no pueda ser tocada por su misericordia”, clamó León XIV.

CUANDO DIOS DERRIBA LAS PUERTAS DEL INFIERNO
La catequesis se detuvo en una imagen poderosa: los íconos orientales que representan a Cristo derribando las puertas del Hades y tomando de las muñecas a Adán y Eva. “Él no vuelve solo a la vida —exclamó—, sino llevando consigo a toda la humanidad”.
El silencio de la plaza se transformó en aplauso: el eco de una multitud que comprendía que la fe no es teoría, sino un rescate radical. Un Dios que no resucita sin nosotros, sino con nosotros. Un Dios que hace de la derrota la más gloriosa victoria.

UN MENSAJE PARA LOS QUE TOCAN FONDO
La catequesis no quedó en la historia pasada. León XIV la aplicó al presente con crudeza: “Los infiernos son también nuestras noches de soledad, las cadenas de las adicciones, el cansancio de vivir, los pecados que creemos imperdonables. Allí mismo entra Cristo, y desde allí comienza la nueva creación”.
El Papa lo dijo con fuerza: descender no es fracaso, es la prueba más pura del amor. Porque si Dios pudo entrar en lo más bajo, también puede transformar nuestras caídas en un nuevo comienzo.

EL RUGIDO DEL SILENCIO
En medio de un Jubileo que llamó a redescubrir la esperanza, la catequesis de León XIV resonó como un trueno: “La muerte nunca es la última palabra”. La Plaza vibró. Era como si los mártires, los caídos y los olvidados de la historia estuvieran allí, escuchando también.
Hoy, desde Roma, el Papa nos recuerda que el cristianismo no es una religión de evasión, sino de enfrentamiento con la oscuridad. Cristo desciende a lo más profundo… para arrastrarnos hacia la luz.
Y el mundo, golpeado por guerras, crisis y desesperanza, escuchó un mensaje que arde como fuego: si tocaste fondo, ahí comienza la resurrección.









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