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León XIV y el poder de un gesto: el perdón que desarma la traición

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 1 día
  • 3 Min. de lectura
En una catequesis impactante, el Papa reveló el secreto de Jesús en la Última Cena: amar y perdonar antes de ser traicionado. Un perdón que desarma el odio, libera al que lo da y abre un camino de esperanza.
Papa León XIV
El perdón es una caricia al alma.

En un Aula Pablo VI repleta, el Papa ofreció una catequesis que no dejó indiferente a nadie. Con voz serena, pero con la firmeza de quien conoce el peso de las palabras, profundizó en el “arte del perdón” a partir de un momento clave de la Última Cena: cuando Jesús entrega un trozo de pan a Judas, el discípulo que está a punto de traicionarlo.


“Perdonar no es negar el mal, sino cortar su cadena de contagio. Es poner un límite al odio para que no decida nuestro futuro.” (León XIV)

El Papa fue categórico: Amar hasta el final es la clave para comprender el corazón de Cristo. Un amor que no se detiene ante el rechazo, la decepción, ni siquiera la ingratitud”. Ese gesto, explicó, no fue un simple compartir de alimentos, sino el último intento del amor de Dios por alcanzar un corazón endurecido.







EL PERDÓN QUE SE OFRECE PRIMERO

León XIV advirtió que el verdadero perdón no espera la disculpa ni el arrepentimiento. “Jesús no ignora lo que sucede, lo ve con claridad, pero decide adelantarse al mal con un bien más grande. El perdón es un don gratuito que se ofrece primero, incluso antes de ser acogido”, enfatizó.


“El perdón —subrayó— disuelve el resentimiento, devuelve la paz y nos devuelve a nosotros mismos. Es el rostro concreto de la esperanza.” (León XIV)

Para el Pontífice, esa es la fuerza revolucionaria del Evangelio: impedir que las tinieblas se propaguen. “Perdonar no es negar el mal, sino cortar su cadena de contagio. Es poner un límite al odio para que no decida nuestro futuro”, señaló.

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EL PAN DE LA SALVACIÓN

El Santo Padre recordó que, en el momento en que Judas salió a consumar su traición, “era de noche”. Sin embargo, inmediatamente Jesús proclamó: “Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado”. La paradoja es clara: cuando todo parecía oscuridad, ya brillaba una nueva luz.


Ese bocado de pan, explicó el sucesor de Pedro, “es nuestra salvación, porque nos muestra que Dios hace absolutamente todo para llegar a nosotros, incluso cuando lo rechazamos”. El perdón no borra el dolor, pero evita que tenga la última palabra.

León XIV
León XIV y el amor de los fieles. (Fotografía: Vatican Media)
UNA ENSEÑANZA PARA HOY

El Obispo de Roma aplicó esta catequesis a las relaciones humanas actuales. “Hoy muchas familias se quiebran, amistades se destruyen, comunidades se dividen. La tentación es cerrarnos y devolver el golpe. Pero Jesús nos enseña otro camino: seguir amando incluso cuando parece imposible”.


Asimismo, señaló que perdonar significa liberar al otro, incluso si decide traicionar, pero también liberar al que perdona. “El perdón —subrayó— disuelve el resentimiento, devuelve la paz y nos devuelve a nosotros mismos. Es el rostro concreto de la esperanza”.

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“AMAR SIGNIFICA DEJAR LIBRE”

Con su estilo directo y pastoral, el vicario de Cristo insistió en que el amor de Jesús es más fuerte que cualquier odio. “Cristo, con el sencillo gesto de ofrecer el pan, muestra que toda traición puede convertirse en ocasión de salvación. Él no cede al mal, lo vence con el bien, impidiendo que apague lo más verdadero en nosotros: la capacidad de amar”, subrayó.


Al final de la catequesis, invitó a los fieles a pedir la gracia de saber perdonar incluso cuando no somos comprendidos o cuando nos sentimos abandonados. “Es en esos momentos donde el amor alcanza su cima”, afirmó.



UN MENSAJE QUE SACUDE CONCIENCIAS

En tiempos de guerras, polarización y rencores que parecen imposibles de superar, las palabras León XIV se sienten como un desafío urgente. Frente a un mundo que mide la justicia en términos de revancha, él propone el escándalo de un perdón que se da primero, que desarma el odio y devuelve la dignidad.


“Siempre hay otro camino”, concluyó Robert Francis Prevost​​, recordando que la fe cristiana no se edifica en la lógica de la venganza, sino en la paradoja de un amor que nunca se rinde. Y en el Aula Pablo VI, donde resonaban aún las palabras sobre Judas y aquel trozo de pan, el silencio fue más elocuente que cualquier aplauso.



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