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Francisco: El Papa que Cambió hasta su Muerte

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 22 abr
  • 3 Min. de lectura
Ni martillo, ni ataúd de plomo, ni tronos dorados: el adiós más revolucionario de la historia
Papa Francisco
Primeras imágenes oficiales del Papa en su féretro. (Fotografía: Vatican Media)

A las 7.35 (hora de Roma) del 21 de abril de 2025, el corazón de Jorge Mario Bergoglio dejó de latir. Murió Francisco. Pero no solo falleció un pontífice: con él también un siglo de ceremonias rimbombantes, ritos barrocos y protocolos férreos.


Desde el instante en que el cardenal Kevin Farrell anunció su deceso, todo cambió. Nada fue como antes. Porque ni siquiera en la muerte Francisco quiso tronos dorados ni mármoles pomposos. Prefirió el silencio, la sencillez, y la ruptura con siglos de tradición.

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UNA HISTORIA SELLADA SIN MARTILLO

En la muerte de un Papa, la costumbre dicta que el Camarlengo golpee tres veces la frente del pontífice con un pequeño martillo de plata y pronuncie su nombre bautismal. Luego se destruye el Anillo del Pescador, símbolo del poder papal.


Con Francisco, nada de eso ocurrió. Su anillo no era de oro, sino de plata bañada, un gesto que tomó desde el primer día de su pontificado. No lo destruyeron. Tampoco lo sellaron con cera. Se lo dejó intacto, como símbolo de una Iglesia más humana, más cercana y menos ceremonial.



ADIOS A LOS TRES ATAÚDES

Durante siglos, los Papas fueron sepultados en tres ataúdes: uno de ciprés, otro de plomo y uno más de roble, todos sellados y forrados con emblemas papales.


Francisco no lo quiso. Su cuerpo será depositado en un solo féretro de madera clara, sin adornos, como él pidió. Sin oro, sin vitrinas, sin pompa. Solo Franciscus, grabado sobre la madera.


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Francisco está vestido con sotana roja, la mitra papal y un rosario entre las manos.
EL TESTAMENTO MÁS HUMILDE DE LA HISTORIA

En junio de 2022, Francisco redactó su testamento espiritual. Allí pidió que lo entierren en la tierra, sin criptas imperiales, en un nicho lateral de la basílica de Santa María la Mayor, entre las capillas Paulina y Sforza.


Rechazó la necrópolis vaticana, el altar de la Confesión de San Pedro, y cualquier gesto triunfalista. Eligió descansar a los pies de la Virgen, a quien encomendaba cada viaje apostólico. Y escribió de puño y letra: “Sin decoración, sin tronos. Solo Franciscus”.

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LA HABITACIÓN SELLADA CON DESCRECIÓN

Las cámaras no entraron. No hubo transmisión en vivo. El apartamento de Francisco en la Casa Santa Marta fue sellado en silencio, sin procesiones ni espectáculos mediáticos.



MISA SIN TIARAS NI TRONOS

Durante siglos, el Papa muerto era colocado sobre un trono entre relicarios y cirios de oro. Francisco pidió que no lo sentaran en un trono funerario, ni le pusieran la mitra ornamental bordada con hilo de oro.


En la basílica de San Pedro, los preparativos para la misa de exequias evitan los símbolos de realeza. Francisco no era un emperador. Era, como él mismo dijo, “un pecador a quien Dios miró con misericordia”.

CASA BETANIA
UN FUNERAL DE LOS DESCARTADOS

Una de sus instrucciones más llamativas fue abrir la plaza y la misa a los pobres, migrantes, cartoneros y mujeres en situación de calle. No habrá filas VIP. Francisco quiso que los últimos estén adelante.


“El Papa no quería aplausos de los poderosos, sino llanto de los pequeños”, confesó un sacerdote argentino cercano al pontífice.



LA MUERTE COMO MENSAJE

Hasta su último suspiro, Francisco evangelizó. Predicó con gestos. Y la renuncia a los fastos del Vaticano es, quizá, el sermón más poderoso de su vida.


No quiso ser recordado como un Papa gobernante, sino como “un pastor que olía a oveja”, como solía decir.

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