Miles personas visitan los cementerios para honrar, cada 2 de noviembre, a sus seres queridos. Historias y costumbres ancestrales en el día de los fieles difuntos.
Miles de fieles en el cementerio “Nueva Esperanza” del distrito limeño Villa María del Triunfo, camposanto considerado como el más grande del Perú con una extensión de 60 hectáreas.
Cada 2 de noviembre la Iglesia Católica conmemora el día de los fieles difuntos como una señal de esperanza que recuerda el llamado por Dios a una vida inmortal.
En esta ocasión los feligreses tienen la posibilidad de orar por sus seres queridos que partieron a la Casa del Padre y pedir por su redención.
“Es muy importante en esta celebración el valor de la oración”, aseguró el sacerdote peruano Guillermo Inca y afirmó: “la sangre de Jesús realmente puede liberar a las almas del purgatorio, orar por los difuntos debería ser una costumbre en nuestro vivir”.
RESPETO A LOS DIFUNTOS
Es importante el respeto al lugar donde reposan los restos de las personas fallecidas, y en el caso de la incineración, explica el presbítero, hay que mantener las cenizas en un lugar adecuado y no considerarlo como una “cajita de recuerdos”.
COMTUMBRES LATINOAMERICANAS
Una expresión cultural representada en distintos países de América Latina son las “wawas”, panes o bizcochos que representan figuras de bebés, llamas, palomas u otras formas que, por ejemplo en Perú, son compartidos por los familiares del difunto delante de la tumba con la intención de compartir un momento íntimo con el fallecido.
HISTORIA
La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo.
Sin embargo, recién en el siglo XVI la Iglesia incorporó esta fiesta en su calendario litúrgico. Además; Benedicto XV (1854 - 1922) concedió que el 2 de noviembre los sacerdotes pudieran oficiar tres misas en sufragio de las almas del purgatorio.
CEMENTERIOS
En la actualidad existen más de 100 cementerios en todo el Perú, pero no siempre se sepultaron a los fallecidos en camposantos.
Hasta 1825 los muertos eran enterrados en iglesias o terrenos aledaños al templo, ya que se consideraba que mientras más cerca al altar sepultaban a alguien estaba más próximo a “ganar” el cielo.
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