El Último Milagro de Francisco: Cómo Su Bondad Aglutinó al Mundo
- Canal Vida
- 26 abr
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El último adiós al Papa se convirtió en un milagro de unidad: aplausos espontáneos, lágrimas sinceras y un mundo entero abrazado por el legado de un hombre que eligió la bondad como camino.

La mañana del 26 de abril, en la imponente plaza San Pedro, el mundo entero se unió en un solo latido para despedir al Papa Francisco. Y mientras el féretro avanzaba en medio del dolor, lo impensado ocurrió: la bondad de un hombre consiguió aglutinar naciones, culturas y credos como pocas veces se vio en la historia.

El cardenal Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba (Argentina), no pudo ocultar su asombro: “¡Qué locura esto del Evangelio! Ver cómo la bondad puede unir al mundo es un milagro”. Desde un sencillo cuarto en un convento hasta la admiración planetaria, Francisco llevó el Evangelio a las calles, a los abrazos y a las lágrimas sinceras.

La predicación del cardenal Giovanni Battista Re fue otro momento inolvidable: los aplausos espontáneos marcaron el alma del funeral. Y cuando habló de la paz, el aplauso estalló como un rugido, recordando que en el corazón de Francisco latía el anhelo de un mundo sin odio.
El cardenal Vicente Bokalic (Argentina) también sintió el temblor de la emoción colectiva. “La gente se sintió interpretada, fue impresionante”, reconoció. Francisco no necesitaba discursos vacíos: su vida hablaba más fuerte que cualquier palabra.

Roberto Dabusti, su viejo colaborador de prensa en Buenos Aires, resumió lo que todos sintieron: “Francisco fue un gigante de gestos y silencios. Nos enseñó a mirar con el corazón”. Hasta el último día, su humildad conmocionó: un Papa que seguía preocupándose por sus amigos, que bendecía en medio de su fragilidad, que sonreía mientras la muerte se acercaba.
Hoy, más allá de las lágrimas, queda la certeza: Francisco no murió, sembró vida. Y su último milagro fue el más grande: recordarnos que el amor sincero, aún en silencio, puede abrazar al mundo entero.
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