El Soldado de Dios que Murió Dando la Comunión
- Canal Vida
- hace 2 horas
- 3 Min. de lectura
A 130 años de su ordenación sacerdotal, recordamos al beato Gaspar Stanggassinger, el joven redentorista que convirtió su breve vida en una explosión de santidad. Falleció con solo 28 años, pero dejó una llama encendida que aún hoy arde en los corazones de quienes buscan un camino de entrega total.

Gaspar Stanggassinger nació en Alemania en 1871. Era el segundo de 16 hermanos y desde pequeƱo sintió que su vida no era suya. A los diez aƱos ya decĆa que querĆa ser sacerdote y misionero, y a los 13 hizo un retiro que marcarĆa para siempre su alma. TenĆa claro algo que muchos olvidan: el tiempo se acaba, y Dios no espera. A los 16, ya predicaba en campos y pueblos, con la Biblia en una mano y una sonrisa firme.
Su ordenación sacerdotal llegó un 16 de junio de 1895. TenĆa solo 24 aƱos, pero hablaba con la sabidurĆa de un anciano y el fuego de un mĆ”rtir. Fue redentorista, una congregación fundada por san Alfonso MarĆa de Ligorio, y soƱaba con evangelizar en tierras lejanas. Pero su misión serĆa otra: formar a los que formarĆan a otros.
NO SE FUE AL FIN DEL MUNDO... SE QUEDĆ PARA FORMAR SANTOS
A Gaspar le ofrecieron ser director de un seminario para jóvenes. Muchos pensaron que era una decepción: ¿cómo iba a misionar desde un aula? Pero él entendió que no se trata de dónde estÔs, sino de cuÔnto ardes.
Transformó aquel seminario en un campo de fuego espiritual. Cada clase, cada conversación, cada misa, era una chispa. Les enseƱaba que la fe no es teorĆa, sino vida. Que el amor a Cristo debe doler. Que el Evangelio sin cruz no sirve.
āFormar sacerdotes santos es mĆ”s urgente que cualquier otra cosaā, repetĆa. Y lo hacĆa con el ejemplo: se levantaba de madrugada para rezar, se confesaba con frecuencia, visitaba a los enfermos, consolaba a los tristes. Era sacerdote de los pies a la cabeza. Y aĆŗn mĆ”s: de corazón encendido.

SOLO VIVIĆ 28 AĆOS... PERO VIVIĆ MĆS QUE MUCHOS
El 26 de septiembre de 1899, Gaspar sintió un fuerte dolor abdominal. Los mĆ©dicos no pudieron hacer nada. TenĆa tifus. Su cuerpo se debilitó, pero su alma se fortalecĆa. Murió al dĆa siguiente, con solo 28 aƱos, mientras decĆa: āJesĆŗs, JesĆŗs⦠siempre JesĆŗsā.
Muchos lloraron su partida. Pero pronto empezaron los testimonios de conversiones, vocaciones y milagros. Su tumba se convirtió en un lugar de peregrinación.
En 1988, el san Juan Pablo II lo beatificó y lo llamó āmodelo para los educadores cristianosā.

ĀæPOR QUĆ HOY GASPAR VUELVE A ARDER?
Porque en un mundo de maestros vacĆos, Ć©l fue testigo. Porque en tiempos de ruido, Ć©l hablaba con su vida. Porque nos recuerda que no hay excusa para no ser santos. Ni la juventud, ni la enfermedad, ni la rutina.
En América Latina, cada vez mÔs seminaristas lo eligen como patrono. En Paraguay y México, algunas escuelas llevan su nombre. En Argentina, grupos de jóvenes lo citan como inspiración para retiros vocacionales. Su fuego cruzó siglos y fronteras.
Hoy, a 130 años de su ordenación, no lo recordamos con nostalgia, sino con hambre. Hambre de verdad. Hambre de Dios. Hambre de almas como la suya.

SU ORACIĆN FAVORITA (Y EL SECRETO DE SU FUERZA)
Gaspar repetĆa una frase simple, pero transformadora: āSeƱor, hazme tuyo, hasta que no quede nada de mĆā. Esa era su fórmula. Por eso ardĆa. Por eso quemaba a quienes lo escuchaban. Porque se habĆa vaciado de sĆ mismo para llenarse del EspĆritu.
LA HUELLA IMBORRABLE
No dejó libros. No fundó congregaciones. No predicó en estadios. Solo vivió con radicalidad. Y eso bastó para que la Iglesia lo reconociera como beato. Su santidad no fue ruidosa, pero fue profunda.
Hoy, cuando el mundo busca lĆderes autĆ©nticos, voces firmes, luces en la oscuridad, Gaspar nos susurra desde el Cielo: āNo hace falta tiempo para ser santo. Solo hace falta decisiónā.