top of page

EL SANTO QUE RECHAZÓ LA CORONA… Y TERMINÓ EN EL DESIERTO

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 23 horas
  • 2 Min. de lectura
Rechazó el papado y eligió una cueva. San Felipe Benicio pudo gobernar la Iglesia, pero prefirió esconderse en el desierto. Misterio, renuncia y poder espiritual que desarmó al mundo y lo convirtió en leyenda de la fe.
San Felipe Benicio
San Felipe Benicio, el hombre que rechazó la corona pontificia para abrazar el silencio del desierto. Su figura en oración, rodeada de misterio, recuerda que el poder de Dios se manifiesta en la humildad y el sacrificio.

En pleno siglo XIII, cuando el poder del papado podía cambiar imperios y gobernar reyes, un nombre resonaba en Roma: Felipe Benicio. Erudito, piadoso, amado por su pueblo y aclamado por cardenales. Estaba destinado a ser Papa. Pero ocurrió lo impensado: cuando lo buscaron para entregarle la tiara, desapareció en una cueva.


No fue huida por miedo, sino por algo más fuerte: el fuego de la humildad y la certeza de que el mundo no podía ofrecerle nada comparado con Cristo.



EL HOMBRE QUE DESAFIÓ A ROMA

Felipe había nacido en Florencia en 1233, en una familia noble. Estudió medicina, teología y derecho. Todo estaba preparado para que brillara en la sociedad medieval. Sin embargo, se unió a la Orden de los Siervos de María, fundada por siete mercaderes convertidos. Allí encontró su verdadero destino: servir, no reinar.


Cuando en 1268 murió Clemente IV, los cardenales se reunieron para elegir sucesor. Entre todos, el nombre de Felipe surgía como candidato natural. Pero al enterarse, él tomó una decisión que sacudiría la historia: abandonó Florencia, se internó en los montes Apeninos y vivió como un ermitaño, durmiendo sobre piedras y alimentándose de hierbas.

santeria
EL DESIERTO COMO CORONA

La gente lo buscaba, los emisarios papales lo llamaban, pero él respondía con silencio. “No quiero reinos ni coronas. Quiero a Cristo crucificado”, dijo a quienes lo hallaron en su retiro.


En el desierto aprendió a gobernar lo que ningún Papa había logrado dominar: su propio corazón. Allí libró sus batallas contra el orgullo, el poder y las tentaciones, saliendo vencedor con armas invisibles: la oración, el ayuno y la penitencia.



EL PASTOR QUE NO SE ESCONDIÓ DEL DOLOR

Aunque rehuía los honores, nunca evitó el sufrimiento de los demás. Volvió a sus hermanos de la Orden y fue elegido Superior General. Recorrió ciudades, consoló enfermos, defendió a su comunidad de ataques y fue consejero de papas… sin serlo jamás.


Murió en 1285, un 23 de agosto, día en que la Iglesia lo recuerda. Pero su legado quedó claro: prefirió la soledad de una cueva antes que la gloria de Roma.



EL SANTO QUE DESARMÓ AL MUNDO

San Felipe Benicio demuestra que la verdadera grandeza no siempre lleva corona de oro, sino a veces un manto gastado, una gruta y una vida ofrecida a Dios.


Los demonios temen al poder, los hombres lo desean… pero solo los santos lo rechazan. Y en ese rechazo encuentran la gloria eterna.



📖También te puede interesar:



Comentários


bottom of page