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El Rey que Besaba los Pies de los Pobres

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 30 may
  • 5 Min. de lectura
Reinó con espada… pero se confesaba cada día. San Fernando III gobernó dos reinos, pero dormía con cilicio bajo la armadura, lavaba los pies de los pobres y besaba a los leprosos. Hoy su cuerpo está incorrupto, y muchos creen que fue el último gran rey cristiano de la historia. ¿Quién fue este monarca que cambió la corona por el Evangelio?
San Fernando III
 El rey que se confesaba a diario y llevaba cilicio bajo la armadura. Así recordaban a san Fernando III, el monarca que conquistó reinos sin perder la humildad, gobernó con el Evangelio en mano y murió rezando por sus enemigos. Su espada nunca pesó más que su fe.

Fue rey… pero dormía sobre tablas. Gobernó ejércitos… pero se confesaba todos los días. San Fernando III, monarca de Castilla y León, desafió todos los moldes de su época: mientras sus enemigos lo temían en el campo de batalla, los pobres lo amaban porque lavaba sus heridas con sus propias manos. No buscó fama ni oro: solo el Reino de Dios.


“Un rey sin alma es un verdugo con corona.” (San Fernando III)

Usaba armadura, pero también cilicio. Bajo su capa real, escondía la mortificación de los santos. Con una mano firmaba decretos y con la otra sostenía un rosario. En tiempos de cruzadas, escándalos y ambiciones desmedidas, él eligió reinar con el Evangelio en una mano y la misericordia en el corazón.


Murió como vivió: rodeado de oración y con los ojos puestos en el cielo. Fue canonizado por la Iglesia como un ejemplo de liderazgo cristiano, y su tumba aún es destino de peregrinos que buscan aprender a gobernar —o vivir— con justicia, humildad y fe inquebrantable.





EL NIÑO QUE FUE ELEGIDO

Fernando nació en 1199 en el castillo de Peleas, León (España). Desde pequeño fue formado en la fe, la justicia y el sacrificio. Pero lo que marcó su vida no fue la espada, sino el Evangelio. Dicen que su madre, la beata Berenguela de Castilla, le susurraba cada noche: “Hijo, serás rey. Pero antes, serás siervo de Dios”.


“No puedo dormir mientras un pobre no haya comido.” (San Fernando III)

Fue proclamado monarca de Castilla a los 18 años de edad y luego unificó bajo su corona también el reino de León. Pero su primera decisión fue escandalosa: aumentó las limosnas a los pobres y visitó hospitales. “El que no sirve, no puede reinar”, repetía.

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UN GUERRERO CON ROSARIO EN LA MANO

San Fernando III es famoso por sus campañas contra los moros en la península ibérica. Reconquistó Sevilla, Córdoba, Jaén. Pero lo más insólito era cómo lo hacía: con misas, ayunos, procesiones y la cruz al frente.


“El que teme al pueblo, no puede amar a Dios.” (San Fernando III)

Iba al frente de batalla confesado. Dormía con cilicio. No comía carne en Cuaresma ni aun en guerra. Y cuando tomaba una ciudad, lo primero que hacía era buscar una iglesia caída para restaurarla.


El cilicio era una prenda de penitencia utilizada por santos, monjes y personas devotas, confeccionada con materiales ásperos como crin, pelo de cabra o incluso metal, y diseñada para causar molestia o dolor sobre la piel. Su objetivo no era la tortura, sino recordar constantemente al portador el sacrificio de Cristo, mortificar el cuerpo para fortalecer el alma y ofrecer sufrimiento voluntario como acto de expiación y humildad.


En el caso de San Fernando III, llevarlo bajo su armadura simbolizaba su deseo de gobernar desde el sacrificio y la entrega, no desde la comodidad del poder.


Muchos soldados aseguraban que, al comenzar el combate, veían una luz resplandecer detrás del rey. Algunos hablaban de visiones de santos protegiéndolo.


San Fernando III
El rey cuya fortaleza era el Santo Rosario.
EL MONARCA QUE LAVABA PIES

Una vez al año, en Semana Santa, Fernando reunía a doce pobres y les lavaba los pies. Les daba comida, ropa y los sentaba a su mesa. No permitía que ningún noble comiera hasta que el último mendigo fuera servido.


Se cuenta que en Sevilla, tras una gran epidemia, fue visto cargando cadáveres junto a frailes franciscanos. No como rey, sino como un cristiano más.


Su corte era austera. Comía lo mismo que sus soldados. Prohibió banquetes lujosos en tiempos de hambruna. Y vendió parte del tesoro real para construir hospitales y escuelas.

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CONFESIÓN DIARIA, MILAGROS REALES

Cada día, antes del alba, san Fernando se confesaba. Creía que un rey sin conciencia limpia era un arma del demonio. Rezaba el Rosario, comulgaba, y luego atendía audiencias públicas. Los campesinos podían acercarse sin guardias. “El que teme al pueblo, no puede amar a Dios”, decía.


“Quien gobierna sin Dios, gobierna para sí mismo.” (San Fernando III)

Tras la toma de Córdoba, se encontró un antiguo crucifijo escondido. Al tocarlo, comenzó a llorar sangre. Fue considerado milagro. Pero Fernando dijo: “No es por mí. Es por la sangre que derramamos”.


San Fernando III
San Fernando III, todas la mañanas antes de iniciar sus actividades se confesaba y rezaba el Santo Rosario.
LA MUERTE DEL SANTO REY

Murió en Sevilla el 30 de mayo de 1252. Pidió ser vestido con un hábito franciscano. Llamó a sus hijos, pidió perdón a sus enemigos y recitó el Salmo 50: “Miserere mei, Deus”. Murió besando el crucifijo.


Miles asistieron a su entierro. Años después, su cuerpo fue hallado incorrupto. Fue canonizado en 1671 por el Papa Clemente X.

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HERENCIA INVISIBLE

San Fernando no dejó riquezas. Dejó monasterios, universidades, leyes justas y una fe que ardía como antorcha en su reino.


Su descendencia incluye reyes, reinas y santos. Su nieto fue san Luis de Francia. Su bisnieta, santa Isabel de Hungría.


Hoy, en América Latina, su imagen está en parroquias, escuelas y hogares. Es patrono de ingenieros, gobernantes, soldados... y de quienes luchan por reinar con el corazón, no con el puño.





¿EL ÚLTIMO REY SANTO?

Dicen que después de Fernando, la realeza cristiana perdió algo. Que nunca más hubo un rey que rezara tanto, que ayunara tanto, que llorara tanto por los pobres.


Algunos teólogos sostienen que fue un “rey-sacerdote”. Otros creen que su intercesión hoy protege a los líderes que quieren gobernar con valores cristianos. ¿Y si el mundo necesita más gobernantes como él?


san Fernando III


¿PUEDE APARECER UN GOBERNANTE ASÍ

En tiempos de corrupción, guerra y hambre, muchos rezan para que aparezcan nuevos “gobernantes de Dios”. Líderes que no teman al Evangelio, que laven pies en lugar de firmar pactos de muerte. ¿Y si hoy, en silencio, un nuevo Fernando III está despertando?




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