El Papa Entre Rejas: La Visita Que Nadie Esperaba en Jueves Santo
- Canal Vida
- 17 abr
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Aunque convaleciente, Francisco salió del Vaticano y se presentó en la cárcel Regina Coeli. No lavó los pies, pero tocó el alma de 70 presos con un gesto que el mundo calla… pero el cielo aplaude.

“No puedo lavarles los pies este año... pero sí quiero estar cerca de ustedes”. Con esa frase, el Papa Francisco quebró el protocolo, desarmó a los guardias y abrazó el silencio del dolor con la fuerza del Evangelio.
Este Jueves Santo, cuando muchos esperaban una ceremonia simbólica en Roma o una aparición desde el Vaticano, el Papa fue donde pocos quieren ir: a la cárcel Regina Coeli, en el barrio del Trastevere. Allí, entre muros húmedos y almas quebradas, se encontró con 70 presos. No hubo discursos grandilocuentes. Solo presencia, oración y un gesto radical de cercanía.

LA LITURGIA MÁS INCÓMODA DEL CRISTIANISMO
Desde que asumió el pontificado, Francisco convirtió este día en un acto profético. Jueves Santo no es para mostrarse, es para arrodillarse. Así lo hizo en años anteriores: lavando los pies de mujeres detenidas, inmigrantes, enfermos. Este año, por su estado de salud, no pudo hacerlo físicamente.

Pero fue igual. Entró en la rotonda central del penal, saludó uno por uno a los internos y oró con ellos.“Rezo por ustedes y por sus familias”, dijo. Luego, con voz serena, pidió que recen también por él.

El gesto fue breve, pero eterno. Duró 30 minutos, pero impactó como si fueran 30 años de olvido revertidos en media hora de compasión.

UN PAPA QUE ROMPE BARROTES CON EL ALMA
Mientras otros líderes se aíslan, Francisco sigue haciendo lo que Jesús hizo: ir hacia los últimos, los invisibles, los señalados. Y lo hace incluso enfermo, en silencio, sin avisos previos. Esta visita no estaba confirmada, justamente por su delicada salud. Pero salió igual. Porque el Jueves Santo no se cancela: se cumple.

La cárcel de Regina Coeli ya lo había recibido en 2018. Esta vez, el reencuentro fue más íntimo, más simbólico. El Papa no predicó. Pero predicó. Con su sola presencia, recordó que Cristo no vino por los sanos, sino por los presos del alma.

UNA TRADICIÓN INCÓMODA... QUE INCOMODA AL MUNDO
Mientras la sociedad tiende a excluir, Francisco se arrodilla. Mientras otros temen el olor de la cárcel, él lo abraza como perfume de redención. Desde 2013, elige pasar el Jueves Santo fuera del Vaticano: con ancianos, refugiados, enfermos, mujeres detenidas. Este año, volvió con los reclusos.
En un mundo que mide el éxito por el poder, el Papa sigue midiendo la fe por la cercanía. No lavó los pies. Pero lavó la vergüenza. La soledad. El abandono. Y, aunque las cadenas siguen en los tobillos, en 70 celdas de Roma… hoy entró la luz.
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