El Beso Que Mató a Dios
- Canal Vida
- 19 abr
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Fue discípulo, confidente, testigo de milagros. Lo eligieron. Lo amaron. Le confiaron el dinero y la cercanía. Pero cuando llegó la noche decisiva, dio un beso que cambió la historia del mundo. Judas Iscariote, el apóstol que traicionó a Cristo, terminó colgado de un árbol, lleno de remordimiento y vacío de esperanza. ¿Se salvó? ¿Lo perdonó Jesús? ¿Puede alguien condenarse después de arrepentirse? Esta es su historia. Y quizá, la nuestra también.

Judas no era un extraño. No apareció de repente. Fue elegido por el mismo Cristo, como uno de los Doce. Comió en su mesa, escuchó sus parábolas, vio con sus ojos cómo los ciegos recobraban la vista. Tenía un lugar de confianza: era el encargado de la bolsa. Administraba las ofrendas. Pero algo en su corazón se fue agrietando.
Quizá fue el dinero. Quizá la impaciencia. Quizá una fe contaminada por ambición política. O quizá simplemente fue una suma de pequeñas cobardías que nunca se confesaron.

¿POR QUÉ LO HIZO?
El Evangelio dice que Judas vendió a Jesús por treinta monedas de plata. Un precio insultantemente bajo. El mismo que se pagaba por un esclavo herido. ¿Por codicia? ¿Por frustración? ¿Por manipulación?
Algunos estudiosos sugieren que Judas no odiaba a Jesús, sino que buscaba forzar su revelación mesiánica. Esperaba que, frente a la amenaza, el Maestro se defendiera, hiciera descender fuego del cielo, venciera a los romanos.
Si ese fue el plan, salió mal. Terriblemente mal. Porque Jesús no huyó. No respondió. No se defendió. Solo se entregó.

EL BESO MÁS OSCURO DE LA HISTORIA
Getsemaní. Noche. Luces de antorchas. Espadas. Judas camina hacia Jesús con una tranquilidad espantosa.
“Salve, Rabí” – dice. Y lo besa.
Jesús no lo empuja. No lo maldice. Solo le pregunta:
“¿Con un beso entregás al Hijo del Hombre?”
Fue el gesto más íntimo convertido en puñal. Un beso, que debería significar amor, se volvió la señal del arresto de Dios. El infierno se abrió… con un roce de labios.

EL ARREPENTIMIENTO QUE NADIE ESPERA
Cuando vio que Jesús no se defendía. Cuando lo ataron. Cuando lo golpearon. Cuando lo arrastraron… Judas comprendió. Había entregado sangre inocente.
Corrió de nuevo donde los sumos sacerdotes. Les devolvió las monedas. Gritó:
“¡He pecado! ¡Entregué sangre inocente!”
Pero ellos lo miraron con frialdad.
“¿Y eso qué nos importa? Es problema tuyo.”
Y entonces ocurrió lo impensado: Judas tiró las monedas en el templo, salió… y se ahorcó.

¿SE PUEDE ARREPENTIR ALGUIEN Y NO SALVARSE?
Acá comienza el misterio más doloroso: Judas se arrepintió. No solo se lamentó. Lo reconoció, lo confesó en voz alta, devolvió el dinero, y terminó con su vida consumido por el remordimiento.
Entonces, la pregunta inevitable es: ¿Se salvó o se condenó?
LO QUE DICEN LOS SANTOS Y LA IGLESIA
La Iglesia nunca declaró oficialmente la condena de Judas. No lo canonizó, pero tampoco lo maldijo.
Santo Tomás de Aquino y otros teólogos sostienen que Judas murió en pecado mortal. Pero santa Catalina de Siena rezaba por su salvación. San Juan Pablo II dijo que el único que sabe su destino es Dios.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que el suicidio no excluye automáticamente la salvación, si hubo desesperación, enfermedad o arrepentimiento sincero.
✝️ Jesús murió también por Judas. Pero ¿Judas aceptó ese perdón? Esa es la pregunta.

¿LO PERDONÓ JESÚS?
Nunca hubo una escena de reconciliación visible .Judas no llegó a la cruz. No estuvo en el Calvario. No escuchó las palabras:
“Padre, perdónalos…”
Pero sí escuchó una mirada antes del beso. Y sí supo que Jesús era inocente.
La misericordia de Dios no tiene límites. Pero requiere que uno se deje abrazar.
Judas se arrepintió… pero no volvió. No pidió perdón a Jesús. No cayó a sus pies. No buscó la cruz. Buscó el árbol equivocado.

DOS ÁRBOLES. DOS FINALES
Pedro y Judas traicionaron. Pedro negó tres veces. Judas entregó con un beso.
Ambos lloraron. Ambos se quebraron. Pero Pedro volvió. Se dejó mirar. Fue perdonado. Judas se fue. Solo. Con la soga en la mano.
Un árbol floreció (la cruz).Otro se secó (la horca).

¿QUÉ HACEMOS CON JUDAS?
¿Lo condenamos? ¿Lo entendemos? ¿Lo ignoramos?
Tal vez Judas representa al creyente que no se siente digno de volver. Al pecador que piensa que ya no hay salida. Al traidor que cree que Dios ama a todos… menos a él.
Judas no fue condenado por traicionar a Cristo. Fue condenado por no creer que Cristo podía amarlo incluso después de eso.

EL LUGAR QUE JUDAS OCUPA EN NUESTRA ALMA
¿Nunca traicionamos a Jesús?¿Nunca le dimos la espalda?¿Nunca elegimos el dinero, el prestigio, el miedo, la comodidad… en lugar del Evangelio?
Judas no es el villano de otro. Es el espejo de todos. Y su beso, aún hoy, marca el rostro de Cristo en cada traición que justificamos.
¿Y SI TODAVÍA HAY ESPERANZA?
¿Y si Jesús, al morir, descendió también al infierno… buscando a Judas?¿Y si el remordimiento fue su primer paso?¿Y si la última mirada de Judas fue una súplica silenciosa?
No lo sabemos. Pero sí sabemos que el corazón de Dios no se cierra fácil. Y que la última palabra no la tiene el suicidio, sino la cruz.
SIEMPRE SE PUEDE VOLVER
No beses al Cristo que no estás dispuesto a seguir. No tires las monedas… cuando todavía podés volver a sus pies. Y si ya traicionaste, si ya caíste, si ya lloraste… no te cuelgues. Volvé. La cruz sigue abierta. El perdón todavía respira.
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