Del Vestuario al Altar: Los Futbolistas que Dejaron la Cancha para Seguir a Cristo
- Canal Vida
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Tuvieron fama y estadios que coreaban sus nombres. Pero un día, algo más grande que la gloria deportiva tocó sus corazones. Chase Hilgenbrinck, Philip Mulryne y Richard Kuuia Baawobr abandonaron el fútbol profesional para responder a una vocación que pocos entienden y muchos silencian: el sacerdocio. Esta es la historia de tres campeones que colgaron los botines para vestir el alba.

Algunos escuchan el llamado en el silencio de un monasterio. Otros, en medio del bullicio de un estadio. Dios no elige lugares ni horarios. Llama donde quiere y a quien quiere. Y cuando lo hace, todo cambia.
Para algunos hombres, ese llamado fue más fuerte que la gloria, más profundo que el grito de gol, más luminoso que los flashes de la fama. El vestuario quedó atrás. También los contratos millonarios, los botines, las ovaciones. Lo que vino después fue más exigente y radical: altar, sotana, entrega total. Futbolistas que le dijeron sí a Dios, y cambiaron el gol por la gracia. Y no se arrepienten.

DE LOS GOLES AL SEMINARIO
Era una promesa del fútbol estadounidense. Chase Hilgenbrinck jugó en equipos de Chile como el Huachipato y la Universidad de Concepción, y luego en la Major League Soccer (MLS) con los New England Revolution. Tenía velocidad, técnica y el respaldo de una carrera ascendente.

Pero en 2008, cuando muchos esperaban su consolidación en el equipo titular, anunció su retiro del fútbol. La razón fue tan insólita como poderosa: ingresar al seminario diocesano.

“Sentí el llamado de Dios desde hace tiempo. Sabía que no podía seguir ignorándolo”, declaró entonces. Años después, fue ordenado sacerdote en la diócesis de Peoria. Su historia conmovió a creyentes y escépticos por igual: había dejado el éxito deportivo por una misión mayor.

Hoy sirve como capellán y acompaña a jóvenes en su camino de fe, asegurando que su paso por el fútbol lo preparó para entender la disciplina espiritual.

DEL MANCHESTER UNITED AL CONVENTO DOMINICO
Jugó con David Beckham. Fue dirigido por Sir Alex Ferguson. Philip Mulryne era considerado uno de los talentos de la cantera del Manchester United en los '90. También fue jugador internacional con Irlanda del Norte, y tuvo una carrera en clubes como Norwich City.

Vivía el sueño de millones. Pero en el fondo, algo faltaba. Su conversión espiritual comenzó tras una crisis existencial. Se alejó del mundo del fútbol y buscó respuestas en la fe, y encontró una vocación: se unió a la Orden de los Dominicos.

Fue ordenado sacerdote en 2017, y hoy sirve en Irlanda como capellán y predicador. Mulryne dice que su vida no perdió brillo al salir de la cancha: “Dejé el ruido para escuchar a Dios. Y descubrí la verdadera alegría”.

El joven que pudo ser estrella de la Premier League terminó siendo mensajero del Evangelio.

El CARDENAL QUE AMABA EL FÚTBOL
El fallecido cardenal Richard Kuuia Baawobr, de Ghana, fue un amante del fútbol desde joven. Jugaba en su pueblo, no como profesional, sino como pasión. Pero su carisma, liderazgo y profunda fe lo llevaron a elegir otro tipo de campeonato: el del alma.

Fue misionero de los Padres Blancos, y luego ordenado obispo de Wa. Su compromiso con los pobres, los jóvenes y la justicia social lo convirtió en una figura muy querida en África.
En 2022, fue nombrado cardenal por el Papa Francisco. Y aunque sus días ya no pasaban entre pelotas y camisetas, su pasión por el deporte lo llevó a organizar campeonatos parroquiales y actividades para los jóvenes. “El fútbol puede enseñar unidad, esfuerzo y esperanza. Es un lenguaje común que puede abrir corazones”, decía.

Baawobr falleció ese mismo año, pero su legado sigue vivo: unió la pasión terrenal con la misión eterna.

EL LLAMADO MÁS ALTO
Hilgenbrinck, Mulryne y Baawobr podrían haber vivido vidas cómodas, firmando autógrafos, dando entrevistas y acumulando victorias deportivas. Pero escucharon un llamado mayor. Y tuvieron el coraje de decir "sí".
En tiempos donde el éxito se mide en dinero, fama o seguidores, estas historias rompen el molde. Nos recuerdan que la verdadera victoria es aquella que no se grita en estadios, sino que se celebra en el silencio del corazón.
Del gol a la gracia, del vestuario al altar, hay un solo camino: el de quien se anima a dejarlo todo por Aquel que lo dio todo.
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