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Decididos o tibios: El paso que cambia tu vida

No hay dolor más profundo que el que dejan las decisiones no tomadas. Cuando el miedo a equivocarnos nos paraliza, nos adentramos en una zona gris de arrepentimientos que puede durar toda la vida. Animarse, escoger, decidir —sin importar las miradas de otros— es un acto de valentía, porque sólo ante la mirada de Dios encontramos nuestra verdadera medida.
 
Tomar la decisión sin miedo

Ante la incertidumbre, solo Dios ilumina el camino.


En la vida, existen momentos donde debemos decidir: abrazar, soltar, avanzar o detenernos. Y en cada uno de ellos, el miedo al fracaso, al rechazo o a las consecuencias nos asalta. Pero más allá del miedo, la verdadera trampa está en no decidir, en quedarnos en ese "hubiera" que deja heridas profundas. La frase que acompaña esta reflexión lo ilustra con fuerza: “En ocasiones nos duelen las heridas que dejan los hubiera”. Es un recordatorio de que no actuar es, en muchos casos, peor que equivocarse.

 
Casa Betania, el hotel católico de Argentina
 

La frase del libro del Apocalipsis, "A los tibios los vomita Dios" (Apocalipsis 3:16), es un llamado radical a la acción. En nuestro camino de vida, no hay lugar para la tibieza. ¿Qué significa ser tibio? No es simplemente ser prudente o cauteloso; es permanecer en la indecisión, es flotar en la mediocridad cuando se nos pide que nos lancemos con todo el corazón.


"El 'hubiera' es un enemigo de la vida plena. No seamos tibios, porque en la tibieza está la verdadera pérdida de sentido."

EL "HUBIERA", UNA HERIDA PROFUNDA

Las decisiones no tomadas, los momentos que dejamos pasar por miedo, las palabras de afecto que retenemos o los gestos de amor que nunca realizamos, se convierten en arrepentimientos que pesan más con el tiempo. Esa amistad que se pudo haber salvado, ese abrazo que no dimos, ese "te quiero" que dejamos en silencio. El "hubiera" es una sombra que se alarga con los años y se convierte en una carga difícil de sobrellevar.

 
Gin Innsbruck
 

Santa Teresa de Ávila decía: "La paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene, nada le falta". Pero incluso en su mensaje de paciencia, la santa nos recuerda que el acto de confiar en Dios también implica actuar con fe, y no permanecer inmóviles en la espera. La paciencia no es lo mismo que la parálisis. Confiar en Dios es tener la valentía de movernos cuando sentimos su llamado, incluso cuando no tenemos todas las respuestas.


Abrazo padre e hijo

Siempre hay tiempo para el arrepentimiento y un abrazo de perdón, solo debemos tener el valor de dar el paso.



EL DISCERENIMIENTO EN LA VIDA COTIDIANA

¿Cómo saber si estamos decidiendo correctamente? ¿Cómo evitar ese "hubiera"? El discernimiento es una clave fundamental en nuestra vida cristiana. Discernir no significa hacer una lista de pros y contras de manera fría, sino buscar en oración y en el corazón la voluntad de Dios para nuestra vida. El Papa Francisco nos invita a hacerlo siempre con un oído atento al susurro del Espíritu Santo: "Pidamos la gracia de saber cuándo debemos hablar y cuándo callar, de actuar o de esperar".


No debemos tener miedo de equivocarnos, porque aun los errores, cuando son tomados en el contexto del amor y de la fe, nos llevan hacia un mayor entendimiento de la verdad. Y es a través de esos errores que aprendemos, crecemos y nos perfeccionamos.

 
Pedro Kriskovich, el periodista uno de Paraguay, en la radio UNO del país.
 
ANTE LA MIRADA DE DIOS

Otra gran trampa del "hubiera" es vivir en función de las expectativas de los demás. El temor al juicio de otros nos impide muchas veces actuar según lo que verdaderamente deseamos o lo que sentimos como nuestra misión en la vida. Sin embargo, como bien lo expresó San Pablo en su carta a los Gálatas: “Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería un siervo de Cristo” (Gálatas 1:10).


 "El 'hubiera' es una sombra que se alarga con los años y se convierte en una carga difícil de sobrellevar."

Vivir conforme a la mirada de Dios significa tomar decisiones que, aunque puedan ser incomprendidas por los demás, nos acercan más a nuestra verdad interior, aquella que Dios ha plantado en lo más profundo de nuestro ser. No debemos temer a las críticas ni a las desaprobaciones. Lo importante es que nuestras decisiones, actos y palabras respondan a lo que el Señor nos llama a ser.


Tibio

La tibieza es la peor posición del ser humano.


EL TIEMPO ES FINITO, USÉMOSLO BIEN

Cada día es un regalo, y es también una oportunidad única de transformar nuestra vida y la vida de los demás. No sabemos cuánto tiempo tenemos en esta tierra. Jesús nos lo recordó en su parábola de las vírgenes prudentes (Mateo 25:1-13). Las que no estuvieron preparadas se quedaron fuera del banquete. Así también, nuestras oportunidades no estarán allí para siempre. La vida avanza, las puertas se cierran, y en algún momento tendremos que rendir cuentas de cómo utilizamos el tiempo que se nos dio.


"Discernir no significa hacer una lista de pros y contras de manera fría, sino buscar en oración y en el corazón la voluntad de Dios para nuestra vida."

Es crucial no dejar pasar las oportunidades de amar, perdonar, reconciliarnos y construir. Como dice el Eclesiastés, "hay un tiempo para todo" (Eclesiastés 3:1). Si sentimos el llamado a actuar, ese es nuestro tiempo. Si sentimos el impulso de sanar una relación, ahora es el momento de hacerlo. Si sentimos el deseo de ayudar a alguien, ese es el llamado de Dios a no ser tibios.

 
Librería Católica
 
LA ENSEÑANZA DEÑ AMOR VALIENTE

El amor nunca se queda en el "hubiera". El amor verdadero siempre actúa, siempre busca el bien del otro, siempre se lanza a pesar del miedo y del riesgo de no ser correspondido. La Madre Teresa de Calcuta decía que "el amor, para que sea verdadero, debe doler". Es en el sacrificio y en el riesgo donde se mide la profundidad del amor. No hay amor auténtico sin acción, sin entrega.


El "hubiera" es un enemigo de la vida plena. No seamos tibios, porque en la tibieza está la verdadera pérdida de sentido. No nos quedemos atrapados en la indecisión, en el miedo a actuar. Aprendamos a escuchar la voz de Dios en el discernimiento, y actuemos con valentía. Porque en última instancia, es su mirada la única que importa. Que nuestros días no estén marcados por los "hubiera", sino por los "gracias a Dios lo hice".

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