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De Enemigo del Papa a Iluminar la Iglesia

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 31 jul
  • 5 Min. de lectura
De llamar al Pontífice “anticristo” a convertirse en uno de los Doctores de la Iglesia. La historia de John Henry Newman es un viaje de fuego, fe y verdad. León XIV acaba de consagrarlo como faro para el mundo entero.
 John Henry Newman
Ya convertido en cardenal, Newman eligió como lema “Cor ad cor loquitur” (“El corazón habla al corazón”). Su mirada serena oculta la tormenta interior que atravesó hasta rendirse a la verdad. Hoy, la Iglesia reconoce su legado inmortal.

Al Papa lo llamó “anticristo” en su juventud. Se formó creyendo que Roma era la gran ramera del Apocalipsis. Y sin embargo, John Henry Newman terminó no solo arrodillado ante Cristo en la Iglesia Católica, sino que se convirtió en uno de sus pensadores más brillantes y, ahora, Doctor de la Iglesia Universal.


En una decisión histórica, León XIV confirmó este 31 de julio el parecer unánime de cardenales y obispos del Dicasterio para las Causas de los Santos: san John Henry Newman será proclamado oficialmente como uno de los pocos Doctores de la Iglesia, un título reservado a los gigantes de la fe. Y no es para menos: este cardenal inglés, converso, fundador del Oratorio de San Felipe Neri en Inglaterra, y autor de algunas de las obras más profundas del pensamiento cristiano moderno, se transformó —literalmente— de hereje a faro.







EL JOVEN BRILLANTE QUE ODIABA A ROMA

Nació en Londres en 1801. Su madre era hugonote (seguidora de la doctrina de Calvino), su padre banquero liberal. Fue un genio precoz: a los 15 años ya devoraba teología y filosofía con la pasión de un monje medieval. Pero en su corazón reinaba la sospecha: educado en el radicalismo calvinista, John Henry llegó a convencerse de que el Papa era el mismísimo anticristo.


En Oxford se convirtió en referente espiritual y académico. Su voz tenía eco, sus sermones llenaban iglesias. Como pastor anglicano, brillaba. Como pensador, provocaba. Como predicador, cautivaba. Pero algo faltaba. Una sed silenciosa que lo carcomía.

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EL FUEGO QUE LO HIZO ARDER

En 1833, con el famoso sermón de John Keble sobre la apostasía nacional, nació el Movimiento de Oxford. Newman fue su alma. Junto a otros intelectuales, intentó “recatolizar” la Iglesia Anglicana desde adentro. Pero cuanto más escribía, más Roma lo atraía. Sus tratados causaban escándalo: en el último, se atrevió a leer los 39 Artículos de la Iglesia Anglicana... como si fueran compatibles con el catolicismo.


La respuesta fue feroz: lo suspendieron, lo censuraron, lo atacaron. Pero Dios ya había comenzado su obra. Newman se retiró a Littlemore, donde escribió su célebre “Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina Cristiana”. Y allí, entre velas, oración y lágrimas, se rindió al Cielo.


 John Henry Newman
En su celda de Littlemore, rodeado de libros, oración y silencio, John Henry Newman escribió su “Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina Cristiana”, obra que lo llevó a abrazar la fe católica. En ese rincón encendido por velas, nació un Doctor de la Iglesia.
EL DÍA QUE ABRAZÓ LA VERDAD

En 1845, John Henry Newman se convirtió al catolicismo. Fue ordenado sacerdote en la Ciudad Eterna, recibió el aliento directo del beato Pío IX, y fundó el Oratorio de San Felipe Neri en Birmingham. Pero no se quedó en lo pequeño: su misión era formar santos, elevar la inteligencia de la fe, escribir con la sangre de su conversión.


Fue rector de la Universidad Católica de Dublín, predicador, confesor, polemista brillante. En 1864 escribió su “Apología pro vita sua”, obra maestra que emocionó incluso a sus detractores. En 1879, León XIII lo nombró cardenal. Su lema lo decía todo: “Cor ad cor loquitur”. El corazón habla al corazón.

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EL CARDENAL QUE VENCIÓ LAS SOMBRAS

Murió el 11 de agosto de 1890, con 89 años. En su tumba mandó a grabar una frase que hoy estremece: “Ex umbris et imaginibus in veritatem” (“Desde las sombras y las imágenes, hacia la verdad”). Había vivido toda su vida buscando la verdad. La encontró en la Iglesia, y ahora la proclama desde el Cielo.


Con esta declaración de León XIV, Newman se une al selecto grupo de 37 Doctores de la Iglesia, junto a los santos Agustín, Teresa, Juan de la Cruz y Tomás de Aquino. Pero él llega desde otro camino: el del converso, el del que luchó con la duda, el del que pensó con el corazón abierto y cayó rendido ante la belleza de la fe católica.


 John Henry Newman
La tumba de San John Henry Newman, grabada con la frase que marcó su legado: “Ex umbris et imaginibus in veritatem”. Desde las sombras hacia la verdad… así caminó el cardenal inglés que hoy es Doctor de la Iglesia.  (Fotografía ilustrativa generada digitalmente)
¿QUÉ ES UN DOCTOR DE LA IGLESIA Y POR QUÉ SU TÍTULO MARCA LA HISTORIA DEL CRISTIANISMO?

Un Doctor de la Iglesia es un santo cuya doctrina fue reconocida por la Iglesia como particularmente valiosa para todos los tiempos. No se trata solo de una distinción honorífica: es uno de los títulos más altos que puede otorgarse dentro del cristianismo. Para ser proclamado Doctor de la Iglesia, no basta con la santidad; se requiere además una erudición excepcional y una enseñanza que haya marcado profundamente la teología, la espiritualidad o la vida cristiana.


La expresión proviene del latín doctor, que significa “maestro”. De hecho, quienes reciben este título son auténticos “maestros de la fe” para todas las generaciones. El primero en ser reconocido como tal fue san Atanasio de Alejandría, uno de los grandes defensores de la fe en los primeros siglos del cristianismo. Le siguieron gigantes como san Agustín, san Ambrosio y san Jerónimo, y más tarde santa Teresa de Ávila y santa Hildegarda de Bingen.


El Papa, luego de consultar con obispos y teólogos, es quien toma la decisión final. Este reconocimiento no solo honra al santo, sino que ofrece a los fieles una guía segura para vivir el Evangelio en medio de los desafíos de cada época. Por eso, la proclamación de un nuevo Doctor de la Iglesia —como san John Henry Newman— no es un gesto del pasado: es una brújula para el futuro.

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PATRÓN DE LOS QUE BUSCAN

En un mundo de confusión ideológica, relativismo moral y falsas promesas de salvación fácil, Newman es luz. Es patrono de los intelectuales conversos, de los universitarios sedientos de sentido, de los jóvenes que dudan y de los adultos que temen equivocarse. Es el santo que enseña que pensar no es lo opuesto a creer. Que la razón también puede arrodillarse.


En su estilo inconfundible, León XIV quiso que este siglo tenga un nuevo faro: un intelectual moderno que se dejó moldear por Dios, un gigante humilde que eligió la verdad antes que la fama, un cardenal de fuego que sigue hablándole al mundo desde su tumba.



NEWMAN, EL DOCTOR DE LOS QUE DUDAN

No fue mártir. No hizo milagros espectaculares. No predicó en la selva ni fundó congregaciones por el mundo. Pero convirtió la oscuridad en verdad, la duda en sabiduría, la fe en ciencia del alma. Y eso lo hizo Doctor.


Hoy la Iglesia lo honra, el mundo lo redescubre y los corazones inquietos lo aplauden en silencio. Porque Newman no gritó... pero su alma aún resuena. Y ahora, con el sello de León XIV, su voz será eterna.



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