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Cuando Todo Estaba Perdido… el Grito Encendió la Esperanza

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 13 horas
  • 3 Min. de lectura
El Papa estremeció la plaza San Pedro con una catequesis sobre el grito de Jesús en la cruz. Un mensaje que no deja indiferente: el dolor convertido en esperanza, el grito transformado en oración.
León XIV
El Papa León XIV acaricia con ternura a un niño durante la Audiencia General en la Plaza de San Pedro. Este gesto resume el espíritu de su pontificado: cercanía, compasión y un mensaje de esperanza para las nuevas generaciones.

La plaza de San Pedro se estremeció una vez más al escuchar la catequesis de León XIV, que en el marco del Jubileo 2025 ofreció una meditación que no dejó a nadie indiferente: el grito de Jesús en la cruz no es desesperación, sino un acto supremo de esperanza.


“El grito de Jesús no es desesperación, sino sinceridad, verdad llevada al límite, confianza que resiste incluso cuando todo calla.”  (León XIV)

EL GRITO QUE RASGÓ EL CIELO

El Pontífice comenzó recordando el detalle estremecedor del Evangelio de Marcos: “Jesús, dando un fuerte grito, expiró”. Ese grito, dijo el Papa, no es un mero alarido de dolor, sino la condensación de toda la humanidad herida que se eleva hacia el Padre.


“Jesús no muere en silencio, no se apaga lentamente. Se entrega con un grito que encierra amor, abandono y confianza. No gritó contra Dios, sino hacia Él. Fue un grito de fe”, subrayó.

La multitud escuchaba en silencio, conmovida. El Santo Padre describió el momento en que el cielo se oscureció y el velo del templo se rasgó como la señal definitiva de que Dios ya no se esconde tras los muros, sino que se revela en el Crucificado.

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EL GRITO QUE SE HACE ORACIÓN

El Obispo de Roma desmontó la idea de que gritar es un signo de debilidad. “El Evangelio nos recuerda que el grito puede ser oración, puede ser un acto de esperanza. Se grita cuando aún creemos que alguien puede escucharnos. Se grita porque no nos resignamos”, indicó, pero fue más allá: “Ese grito es también el primer acto de nuestra vida, cuando nacemos. Y es el último, cuando entregamos el alma. El grito une el inicio y el fin, y en Cristo se convierte en puente entre el cielo y la tierra”.


León XIV
León XIV pronuncia su catequesis en la plaza de San Pedro, subrayando que el grito de Jesús en la cruz no fue desesperación, sino el acto supremo de amor y confianza en Dios. A su lado, un colaborador sostiene el texto oficial que acompaña la enseñanza, mientras fieles emocionados se cubren el rostro en oración.
EL TESTIMONIO DEL CENTURIÓN

El sucesor de Pedro subrayó un hecho impactante: el primero en proclamar a Jesús como Hijo de Dios fue un pagano, un soldado romano que lo vio morir gritando. “No escuchó discursos, vio un gesto. Y ese gesto transformó su corazón”, destacó.


“Un grito no es nunca inútil si nace del amor. Y nunca es ignorado si se entrega a Dios.” (León XIV)

Con fuerza, señaló que el testimonio más poderoso de la fe no siempre son las palabras, sino la manera en que afrontamos la prueba: “Un grito sincero, humilde y dirigido al Padre nunca se pierde, toca los cielos y abre los corazones”.



EL GRITO DE LA HUMANIDAD HOY

El vicario de Cristo conectó el Evangelio con la realidad actual: “Hoy también la humanidad grita. Gritan los inocentes bajo las bombas, gritan los pobres olvidados, gritan los migrantes en medio del mar. Y si unimos nuestros gritos al de Cristo, se convierten en semilla de esperanza”.


“Aprendamos el grito de la esperanza cuando llega la hora de la prueba extrema. Si nuestro grito es verdadero, podrá ser el umbral de una nueva luz, de un nuevo nacimiento.” (León XIV)

Pidió a los fieles que no repriman el clamor del corazón, sino que lo eleven como oración. “Guardarlo dentro solo nos consume. Gritar a Dios es confiar en que Él está, incluso en el silencio”, aseguró.

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UN LLAMADO A GRITAR ESPERANZA

León XIV cerró con un mensaje estremecedor: “Aprendamos el grito de Jesús. No para herir, sino para encomendarnos. No para odiar, sino para confiar. Porque cuando todo parece terminado, es cuando la salvación comienza”.


Miles de peregrinos respondieron con un aplauso largo y sostenido. Muchos con lágrimas en los ojos, conscientes de que ese grito no fue eco del pasado, sino un llamado para el presente: transformar el dolor en oración y la desesperación en esperanza.


Esta catequesis se convirtió en una lección espiritual para el mundo: el grito de Cristo en la cruz sigue resonando en cada herida de la humanidad y en cada corazón que se niega a rendirse.



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