“Argentina, yo te lo ordeno: ¡Levantate!” La homilía que sacudió el alma del país
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Actualizado: hace 2 días
Desde el altar de la catedral de Buenos Aires, monseñor García Cuerva no pronunció una homilía: lanzó un grito. Denunció la exclusión, las promesas rotas, el odio que enferma, y pidió a la Patria “levantarse y vivir”.

En un Tedeum que pasará a la historia por su tono pastoral, profético y conmovedor, monseñor Jorge García Cuerva alzó la voz desde el corazón de la catedral metropolitana de Buenos Aires (Argentina) con un mensaje que cruzó los muros eclesiásticos y retumbó en los despachos del poder. No habló como un político, ni como un burócrata: lo hizo como un argentino herido que cree que aún hay salvación.
Usando como hilo conductor el pasaje evangélico en el que Jesús resucita a la hija de Jairo, el arzobispo hizo una radiografía descarnada de la Argentina actual: una nación que sangra, que se desangra, que se desmorona entre la indiferencia, el odio y el abandono. Pero no se quedó en la denuncia. Como Jesús, tomó de la mano a la Patria y le dijo: “¡Levantate!”.

Con frases fuertes y sin eufemismos, denunció las promesas electorales rotas, la exclusión social, el narcotráfico, la marginalidad, la soledad de los jubilados y el hambre del cuerpo… y del alma. Fue una homilía que dolió. Y por eso fue verdadera.
“Argentina también sangra —dijo— por las heridas de la inequidad, por los que viven de privilegios y se olvidaron del precio de un pan”. Sus palabras no buscaron consenso: buscaron conversión.

El arzobispo no pidió aplausos. Pidió memoria. Pidió manos tendidas. Pidió que dejemos de ser haters para ser hermanos. Y dejó una sentencia que aún resuena en la catedral:
“Tenemos hambre de esperanza… y nadie merece una mesa servida de odio.”
Este no fue un sermón. Fue una transfusión de alma. Y tal vez, el primer verdadero grito de auxilio espiritual en años.
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