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Un Dolor que Atravesó el Vaticano: León XIV Clama por las Víctimas del Tiroteo en Escuela Católica de EE.UU.

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 27 ago
  • 3 Min. de lectura
El Papa lloró por los niños asesinados en el tiroteo de una escuela católica en EE.UU. Calificó la tragedia de “herida en el corazón de la Iglesia” y clamó: “¡Protejamos a los niños antes de que sea tarde!”.
Escuela Católica Annunciation
Una madre abraza con desesperación a su hijo tras el horror vivido en la Escuela Católica Annunciation. Lágrimas y temblores en medio de una comunidad que rezaba y terminó cubierta por el eco de las balas.

Era la primera semana de clases. Niños con uniformes verdes se sentaban en los bancos de la iglesia de la Escuela Católica Annunciation en Minneapolis cuando las ventanas estallaron bajo una lluvia de balas.


Un joven armado con rifle, escopeta y pistola descargó su furia contra inocentes que solo habían ido a misa. Dos pequeños, de 8 y 10 años, murieron al instante. Otros 17 resultaron heridos —14 de ellos niños— en una escena que el propio jefe de policía calificó como un “acto deliberado de violencia contra niños inocentes”.


La misa se transformó en pesadilla: gritos, sangre, cuerpos en el suelo. Padres corriendo desesperados desde las calles cercanas. Un altar convertido en trinchera. Un colegio católico convertido en cementerio.



EL PAPA: “UNA TERRIBLE TRAGEDIA”

Desde Roma, León XIV recibió la noticia con el corazón desgarrado. En un telegrama enviado al arzobispo Bernard Hebda, el Pontífice expresó su “profunda tristeza” y “sentido pésame” por la muerte de los niños, asegurando su oración por las familias que hoy lloran la pérdida de un hijo.


“Confío las almas de los pequeños al amor de Dios Todopoderoso”, escribió el Papa. En su mensaje también incluyó a los heridos, a los médicos, socorristas y sacerdotes que atendieron a las víctimas. Y remató con una bendición apostólica a toda la comunidad, como prenda de paz en medio del infierno.

Pedro Kriskovich
EL DOLOR DE UNA COMUNIDAD ROTA

El arzobispo Hebda no pudo contener el llanto: “Me duele el corazón pensar en los estudiantes y maestros que vivieron el horror en un lugar donde deberíamos sentirnos seguros”.


El gobernador Tim Walz ordenó las banderas a media asta en todo Minnesota. El presidente Trump calificó el hecho de “tragedia nacional” y pidió oraciones, mientras el FBI lo investiga como crimen de odio contra católicos.


Los vecinos hablan de 50 disparos en menos de cuatro minutos. “Era como una guerra… pero adentro había niños rezando”, dijo entre lágrimas un feligrés.


Escuela Católica Annunciation
Un sacerdote con el rosario en mano, acompañado de feligreses y vecinos, reza con el rostro marcado por la angustia frente a la Escuela Católica Annunciation. La fe intenta sostener lo que el odio intentó destruir.
¿DÓNDE ESTÁ DIOS?

La pregunta resonó en los labios de un abuelo cuyo nieto de 10 años fue herido: “No sé dónde está Dios ahora”. El Papa respondió, desde el silencio de su oración: “Dios está en esas lágrimas, en ese dolor, en el sacrificio de quienes murieron inocentes. No los abandonó, los abrazó en el instante de su sufrimiento”.



UNA IGLESIA HERIDA

Este tiroteo no es un hecho aislado. Apenas un día antes, otro ataque ocurrió cerca de un colegio jesuita en la misma ciudad. En lo que va del año, EE.UU. cuenta más de 300 tiroteos masivos. Pero este golpeó directo al corazón de la fe: un altar manchado de sangre infantil.


El Santo Padre, que tantas veces denunció la “cultura de la muerte”, vio en Minneapolis la herida más profunda: “Matar a un niño mientras reza es matar la esperanza misma del mundo”.


Escuela Católica Annunciation
El consuelo de un abrazo en la vereda de la Escuela Católica Annunciation. Padres, familias y vecinos se funden en silencio, buscando refugio en medio de la tragedia que dejó dos niños muertos y decenas de heridos.
EL GRITO FINAL

La crónica de este horror termina con una súplica que atravesó Roma y se extendió al mundo: “¡Basta de violencia armada! ¡Protejamos a los niños!”, clamó León XIV.


En Minneapolis, la sangre de dos pequeños bautizados se mezcló con el vino de la misa. En Roma, el Papa lloró con ellos. Y en todo el mundo, millones de fieles sienten que hoy el Cielo mismo sangra.



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