No Todo es Luz: El Pecado que Más se Confiesa en la Semana Antes de Navidad
- Canal Vida

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Navidad no siempre llega con paz interior. En los confesionarios se repite un mismo pecado silencioso que muchos evitan nombrar. Sacerdotes lo advierten cada año: no todo es luz. A veces, el mayor obstáculo está dentro.

La semana previa a Navidad no es la más luminosa del calendario espiritual. Aunque las calles se llenan de luces y los templos de villancicos, en los confesionarios se repite una escena silenciosa y persistente: el pecado más confesado no tiene que ver con escándalos visibles, sino con una herida interior que muchos arrastran sin querer nombrar.
Sacerdotes de parroquias urbanas y rurales coinciden en lo mismo: diciembre no trae más pecados nuevos, sino pecados viejos que nunca se resolvieron. Y entre todos, hay uno que aparece una y otra vez, especialmente en los días previos a comulgar en Navidad: el rencor no perdonado, camuflado bajo una fe automática.
El pecado que nadie quiere llamar por su nombre
No es adulterio, no es robo, no es mentira abierta. Es algo más incómodo: vivir reconciliado con Dios, pero no con el prójimo. Personas que rezan, que asisten a misa, que incluso ayudan a otros… pero que guardan resentimientos profundos, rupturas no sanadas, palabras que nunca se dijeron o perdones que nunca llegaron.
Muchos confesores lo describen con claridad: “Vienen a confesarse rápido, porque ‘ya es Navidad’, pero no quieren tocar lo que más duele”. Se confiesan de distracciones, de impaciencia, de faltas menores… pero evitan el núcleo: el odio silencioso, la indiferencia cultivada, el desprecio que se volvió costumbre.

Comunión automática: el riesgo espiritual de diciembre
La Navidad se convirtió, para muchos, en una fecha social de comunión. “Porque siempre lo hice”, “porque queda mal no comulgar”, “porque mi familia espera verme ahí”. Pero la Iglesia fue clara durante siglos: la Eucaristía no es un gesto automático, es un encuentro que exige verdad interior.
San Pablo lo advirtió con dureza: “El que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29). No hablaba de miedo, sino de conciencia. No todo el que se acerca al altar está preparado para recibir lo que dice creer.
En Navidad, ese riesgo se multiplica. El clima emotivo, la presión social y la idea de que “Dios perdona todo” pueden llevar a una fe superficial, donde el sacramento se recibe sin conversión real.
El rencor: el pecado silencioso de las familias
La semana antes de Navidad es también la semana de los reencuentros forzados. Familias divididas que se sientan a la misma mesa. Hermanos que no se hablan, pero se saludan. Padres e hijos distanciados que sonríen por compromiso.
Ahí aparece el pecado que más pesa en los confesionarios: no querer perdonar, pero seguir adelante como si nada. Jesús fue claro: “Si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda y ve primero a reconciliarte” (Mt 5,23-24).
No es poesía. Es una advertencia espiritual.

Navidad no borra el pecado: lo revela
Lejos de ser una fiesta que “tapa” las sombras, la Navidad las expone. Porque Dios no llega en el ruido, sino en la verdad. El Niño de Belén no viene a confirmar apariencias, viene a desarmar corazones.
Por eso, los sacerdotes insisten cada año: confesarse no es cumplir, es desnudarse ante Dios. No sirve una absolución apurada si no hay intención real de cambiar, de perdonar, de sanar.
Muchos fieles se sorprenden cuando, en confesión, el sacerdote les pregunta: “¿Hay alguien a quien no puedas perdonar?”. Esa pregunta, dicen, incomoda más que cualquier penitencia.
El verdadero examen de conciencia navideño
El Adviento no prepara regalos, prepara el alma. Y el mayor obstáculo para recibir a Cristo no suele ser el pecado visible, sino la dureza interior. El rencor guardado, la soberbia espiritual, la fe vivida como costumbre.
Navidad no es solo luz. Es también juicio interior. Un espejo que muestra lo que somos cuando nadie nos ve.
Por eso, esta semana no es una más. Es un umbral. O se entra a la Navidad con verdad… o se pasa de largo, aunque haya luces y canciones.
Porque el Niño nace en un pesebre, sí. Pero solo entra en un corazón que se deja tocar.
No Todo es Luz: El Pecado que Más se Confiesa en la Semana Antes de Navidad
No Todo es Luz: El Pecado que Más se Confiesa en la Semana Antes de Navidad









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