Acusan a la compañía de dañar la salud mental de los jóvenes. Indican que el uso desmedido de estas plataformas amenaza los valores fundamentales.
Estamos en un mundo hiperconectado, pero que no esta comunicado.
Es un hecho indiscutido que vivimos en una era de hiperconexión. Las redes sociales, pese a sus innumerables beneficios, desencadenaron una serie de problemas que, en particular, afectan a la población joven.
Según la demanda presentada por varios distritos de Estados Unidos, compañías como Meta, responsable de Facebook e Instagram, no solo son cómplices, sino activos artífices de esta situación.
EL DAÑO A LOS MÁS JÓVENES
En declaraciones de la fiscal general de Nueva York, Letitia James, "Meta lucró con el sufrimiento de los niños". El diseño intencional de sus plataformas, argumentan, busca enganchar a los menores, erosionando su autoestima.
Es aún más alarmante cuando se menciona que, según investigaciones internas de la propia Meta, el 13,5% de las niñas adolescentes que utilizan Instagram piensan que intensifica sus deseos de suicidio.
VALORES CRISTIANOS EN JAQUE
Las redes sociales se convirtieron en un campo de batalla por los valores. El cristianismo promueve el amor al prójimo, la humildad y el reconocimiento del valor inherente de cada ser humano. En contraposición, el uso inmoderado de las redes puede fomentar la envidia, el egoísmo y una obsesión por la aprobación externa, factores que desvían a los jóvenes de un camino de vida pleno y alineado con los valores cristianos.
WHATSAPP Y LA COMUNICACIÓN SUPERFICIAL
Más allá de las plataformas tradicionales, aplicaciones de mensajería como WhatsApp también merecen atención. Aunque facilitan la comunicación, pueden reducir las interacciones profundas y significativas que enriquecen el espíritu.
Es esencial que, desde el seno familiar y las instituciones educativas, se promueva una comunicación genuina y basada en la empatía.
LLAMADO A LA RESPONSABILIDAD
Los valores cristianos invitan a la reflexión y la responsabilidad. En este contexto, se vuelve esencial que las compañías tecnológicas reconsideren su enfoque y que las familias retomen el diálogo abierto sobre el uso responsable de estas herramientas.
Es un desafío de la sociedad moderna: garantizar que la tecnología sirva al ser humano y no al revés.
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