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“Los Constructores de lo Imposible”: León XIV Sacude con el Llamado Más Fuerte a los Religiosos

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 1 dic
  • 3 Min. de lectura
León XIV lanzó el mensaje más fuerte de su viaje: llamó a los religiosos del Líbano “constructores de esperanza” en medio de bombas, dolor y pobreza. Testimonios estremecedores revelan cómo la caridad se vuelve milagro donde todo parece perdido.
León XIV Líbano
El Papa le dijo a los religiosos que ellos son responsable de la esperanza y caridad de los fieles. (Fotografía: Vatican Media)

Harissa tembló. No por bombas, ni por tormentas… sino por un mensaje que atravesó la montaña como un trueno sagrado. León XIV, en su segundo día en el Líbano, se paró frente a 3.500 religiosos, sacerdotes, consagrados y agentes pastorales… y les lanzó una frase que ya está dando la vuelta al mundo: “Ustedes son los responsables de la esperanza.”


No fue un elogio. Fue una misión. Fue un grito. Fue un mandato para un país herido, fracturado, y todavía humeante por el dolor de los últimos años.







LA PROFECÍA DE JUAN PABLO II… QUE HOY SE CUMPLE ENTRE RUINAS Y MILAGROS

León XIV recordó que en 1984, san Juan Pablo II había profetizado que el Líbano sería “responsable de la esperanza del mundo”. Muchos creyeron que era poesía. Otros, que era un gesto diplomático. Pero hoy, viendo los testimonios que se escucharon en Harissa, ese mensaje cobra carne, llanto, sangre y heroísmo.


Religiosos que no huyen. Sacerdotes que viven entre bombas. Hermanas que abren escuelas en ciudades sitiadas. La moneda libanesa mezclada con la siria en la colecta, como sacramento de una unidad imposible. “Aquí se sigue construyendo la comunión en la caridad”, dijo León XIV. Aquí… donde la esperanza debería estar muerta.

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EL PAPA Y LOS QUE SE NIEGAN A ABANDONAR EL PUEBLO

Uno de los testimonios estremeció al Pontífice: el del padre Youhanna-Fouad Fahed, que vive en Debbabiyé, un pueblo golpeado por la guerra, donde cristianos y musulmanes se protegen mutuamente mientras caen misiles desde Siria. Allí nadie tendría obligación de quedarse. Pero él se quedó.Y con él, miles de religiosos que prefirieron la cruz al escape.


El Obispo de Roma, golpeado por estas historias, lanzó una frase que hizo llorar a varios presentes: “Mantener abierta una escuela en medio del odio es amar. Servir en el cansancio es creer en un futuro que nadie ve”.



LAS RELIGIOSAS QUE SON MUROS CONTRA EL MIEDO

El testimonio de la hermana Dima Chebib fue el más aplaudido. Enviada a Balbeeck, ciudad de mayoría musulmana, vio a las milicias rodear su misión. Todos le dijeron que debía huir. Ella respondió: “No puedo irme. Mis estudiantes me esperan”.


Así improvisó un campo de refugiados y un centro educativo en pleno caos.Así, una mujer sola se convirtió en muro contra el terror. Así entendió León XIV lo que significa ser “responsables de la esperanza”.


León XIV Líbano
El Santo Padre le dio esperanza a miles de religiosos que todos los días trabajan en pos del bienestar de fieles que lo perdieron todo. (Fotografía: Vatican Media)

EL PAPA QUE VE A CRISTO EN LOS OLVIDADOS

El padre Charbel Fayad, capellán de prisiones, ofreció otro testimonio desgarrador: “Los presos a los que el mundo descartó son los hijos que Dios nunca dejó de amar”. El Santo Padre respondió con una frase que ya es titular global: “En los ojos de los reclusos vemos la ternura del Padre”.



UN PUEBLO QUE HUYE… Y OTRO QUE SE QUEDA POR AMOR

El sucesor de Pedro advirtió que los jóvenes ya no ven futuro y que muchos sólo sueñan con irse. Pero pidió a la Iglesia algo casi imposible: “Denles razones para quedarse. Abran caminos. Construyan oportunidades en medio de los escombros”.

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HARISSA OLÍA A INCIENSO… Y A REVOLUCIÓN ESPIRITUAL

Al final, León XIV entregó la Rosa de Oro, símbolo de pureza y amor, pidiendo que cada religioso sea “perfume de Cristo” en medio de un país desangrado.


No perfume caro. No perfume de élite. Sino ese que nace de compartir el pan, la caridad, la presencia. Ese perfume que transforma una nación.


Porque en el Líbano, con calles rotas, ruinas silenciosas y corazones migrando, quedó claro que sólo queda un ejército capaz de reconstruirlo todo: Los que no huyen. Los que aman. Los que se quedan. Los constructores de esperanza.




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