León XIV Sacudió a los Consagrados: “Sígueme”… o Nada Tiene Sentido
- Canal Vida
- hace 1 hora
- 2 Min. de lectura
El Papa habló sin suavizar el mensaje: la vocación no es comodidad ni prestigio, es seguimiento radical. Ante consagrados latinoamericanos, recordó que decir “sí” a Cristo implica renunciar al aplauso, abrazar la cruz y anunciar el Evangelio sin miedo.

En la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, ante un auditorio colmado de sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas latinoamericanos que estudian en Roma, León XIV lanzó un mensaje que no dejó lugar a medias tintas: la vocación no es un privilegio, es una misión peligrosa y urgente.
“Cuando Jesucristo llamó a sus discípulos, casi siempre usó una sola palabra: sígueme”, recordó el Pontífice. Y en esa palabra —breve, radical, sin garantías— León XIV ubicó el sentido más profundo de toda vida consagrada. No se trata de mérito, prestigio ni seguridad: la vocación nace únicamente de la iniciativa de Dios, que llama incluso a los débiles, a los pecadores, a los que no parecen estar preparados.
El Papa fue claro y exigente. El Evangelio, dijo, no es decorativo. Exige primacía absoluta de Dios, conocimiento vivo de su Ley y un desprendimiento real de toda falsa seguridad humana. Como el joven rico del Evangelio, muchos hoy escuchan la llamada… pero se van tristes cuando descubren el precio.

En una sociedad ruidosa, saturada de estímulos y aplausos fugaces, León XIV advirtió: no se puede anunciar a Cristo sin silencio, sin Escritura, sin obediencia y sin oración profunda. El Evangelio no se improvisa ni se adapta al gusto del momento.
Con palabras que tocaron fibras profundas, animó a no vivir de aplausos ni quedar atrapados en crisis pasadas. “Si Cristo pasó por ahí, también nos corresponde vivir lo que Él vivió”, afirmó. La vocación —dijo— se parece al matrimonio cristiano: fidelidad en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza.
Finalmente, los encomendó a la Virgen de Guadalupe, pidiéndole que les enseñe a responder con valentía y a salir sin demora a anunciar la alegría de haber encontrado a Cristo.
Porque, según León XIV, una vocación que no evangeliza… se apaga.





