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León XIV a los Políticos: No al Poder Vacío, Sí a la Esperanza que Nace de Dios

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 3 horas
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El Papa lanzó un mensaje que sacudió a los poderosos: “La política necesita esperanza y servir a las personas”. Frente a legisladores de todo el mundo, advirtió que sin Dios y justicia, el poder se convierte en vacío y destrucción.
León XIV
León XIV les habla a los políticos sobre la pasión de servir al próximo desde la función que cumplen. (Fotografía: Vatican Media)

En medio de un mundo desgarrado por la ambición y la desconfianza, León XIV lanzó un mensaje que estremeció los muros del Vaticano: “La política necesita esperanza y servir a las personas”.


No fue un discurso más. Frente a miembros de la Red Internacional de Legisladores Católicos reunidos en Roma, el Pontífice confrontó a los poderosos con una pregunta incómoda: ¿construyen la Ciudad del Hombre, fundada en el orgullo y el dominio… o la Ciudad de Dios, levantada en la justicia y la caridad?


Recordando a san Agustín, describió las dos ciudades que luchan en el corazón de cada político. Una, ciega por la soberbia y el deseo de prestigio. La otra, humilde, sostenida en el amor a Dios. Y allí, con voz firme, les advirtió: “El futuro del mundo dependerá de cuál elijan servir”.

Pedro Kriskovich
MATERIALISMO QUE GENERA SOLEDAD

El Santo Padre denunció la falsa prosperidad que hoy se vende como éxito: riqueza material, tecnología cómoda, consumo sin límites. “Todo eso deja a las personas más solas y desesperadas”, dijo, apuntando directamente al vacío de las sociedades modernas. La verdadera plenitud, subrayó, está en el desarrollo humano integral: cuerpo, alma, cultura, fe y fraternidad.


León XIV
León XIV saluda a legisladores católicos de Europa. (Fotografía: Vatican Media)

Con tono profético, habló de una “política de la esperanza” que debe reemplazar la lógica de la represalia y la inercia de la corrupción. Exigió que la ley sirva a la dignidad humana y que los legisladores se atrevan a ser puentes entre Dios y los pueblos.


El cierre fue un puñal contra la indiferencia: “Rechacen la mentalidad peligrosa que dice que nada puede cambiar jamás”. Y con una bendición, dejó en claro que la gracia de Cristo sigue siendo la única fuerza capaz de renovar la historia.



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