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“La Paz Es Posible”: El Grito Profético de León XIV en el Líbano Que Sacudió al Mundo

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 6 horas
  • 3 Min. de lectura
El Papa habló frente a líderes cristianos y musulmanes y proclamó que la reconciliación no es un sueño… sino una misión divina.
Papa León Líbano
León XIV habló que la paz y la unidad son posibles en Dios. (Fotografía: Vatican Media)

En una Plaza de los Mártires que parecía latir como un solo corazón —donde campanarios e imponentes minaretes se elevan juntos hacia el cielo, desafiando siglos de odio— León XIV dejó una frase que ya recorre el planeta como un rayo de esperanza: “La unidad, la reconciliación y la paz son posibles”.


No era un discurso más. No era una visita diplomática. Era un llamado espiritual, casi un ultimátum celestial, en la tierra que el mundo entero mira con respeto, miedo y admiración: el Líbano, la cuna donde las religiones de Abraham aún se rozan, se contradicen, se necesitan… y conviven.







UN PAPA EN LA CARPA DE CRISTAL: RELIGIONES BAJO UN MISMO CIELO

Bajo una gran carpa de vidrio —símbolo de fragilidad y transparencia, pero también de valentía— líderes cristianos, musulmanes y drusos esperaban al Pontífice. Afuera, miles agitaban banderas como si quisieran mover las nubes del cielo gris. Dentro, el silencio era tan profundo que hasta los cánticos del Evangelio y los versos del Corán parecían respirar al unísono.


El Obispo de Roma entró con paso lento. Observó el lugar donde los mártires libaneses ofrecieron su vida, donde las protestas de 2019 clamaron justicia, donde tantas heridas siguen abiertas. Respiró hondo. Y habló.

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“EL MIEDO NO TIENE LA ÚLTIMA PALABRA”

El Papa comenzó recordando a los profetas del Antiguo Testamento, que veían en los cedros del Líbano el símbolo del alma justa que florece incluso cuando todo alrededor se está cayendo.


En esta tierra bendita —dijo— el eco del Logos nunca se apagó”. Y agregó con la voz cargada de emoción: “Cuando el mundo mira a Oriente Medio con temor, ustedes recuerdan que el miedo, la desconfianza y el prejuicio no tienen la última palabra. La paz siempre es posible”.


La frase estalló como un trueno místico.


Papa León Líbano
Una imagen que habla por si misma: todas las religiones, una. (Fotografía: Vatican media)
CEDROS, OLIVOS Y UNA VERDAD QUE DESARMA: DIOS ESTÁ MÁS ALLÁ DE TODA FRONTERA

El Santo Padre invocó imágenes que parecían salidas de una visión bíblica: olivos milenarios que sobreviven tormentas, cedros que no se quiebran, aceite que cura heridas visibles e invisibles.


Y entonces pronunció una de sus enseñanzas más fuertes del viaje: “El núcleo del diálogo entre religiones es descubrir la presencia de Dios más allá de cada frontera y buscarlo juntos, con humildad”.


Los líderes religiosos lo escuchaban sin pestañear. Algunos con lágrimas.

Porque no era teoría. Era un desafío.



UNA TIERRA QUE ARDE... PERO NO SE RINDE

El sucesor de Pedro recordó que Jesús también caminó por territorios que hoy son parte del Líbano: Tiro, Sidón, la Decápolis. Lugares donde la fe humilde de una madre extranjera provocó un milagro.


Aquí —dijo el Papa— se aprende que la humildad y la perseverancia derriban murallas milenarias.”


La historia del Líbano —mezcla de sangre, santidad, guerra y resurrección— se convertía, en su voz, en una parábola viva para el mundo entero.

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“CONSTRUYAN LA PAZ... AUNQUE EL MUNDO LO LLAME IMPOSIBLE”

El mundo está cansado. El Líbano está herido. Pero el Papa volvió a encender la chispa: “En un mundo que excluye, ustedes están llamados a desterrar la intolerancia. En un mundo que divide, ustedes están llamados a iluminar el camino de la concordia. En un mundo que destruye, ustedes están llamados a sanar”.


Cada frase era un golpe contra la resignación.


Papa León Líbano
Símbolo de unidad, paz y confraternidad. (Fotografía: Vatican Media)
LA REINA DE LA PAZ Y UN PAÍS QUE NO QUIERE MORIR

El Papa terminó invocando a la Virgen del Líbano, cuya estatua en Harissa abraza desde lo alto toda la costa. “Que su abrazo —pidió— haga brotar la reconciliación como manantial de agua viva”.


En la plaza, el murmullo se hizo oración. Los cristianos cruzaron las manos. Los musulmanes inclinaron la cabeza. Los drusos levantaron la mirada.


Por un instante —quizás el más puro de todo el viaje— el mundo fue uno solo.




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