"Estamos llamados a vivir sabiendo que el amor del Señor salva", asegura el padre Rafael de Tomás Ferrer en su reflexión de la primera lectura de hoy (Jer. 31, 1-7).
En aquel tiempo —oráculo del Señor—,
seré el Dios de todas las tribus de Israel,
y ellas serán mi pueblo.
"¡El Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de Israel!"
Esto dice el Señor:
«Encontró mi favor en el desierto
el pueblo que escapó de la espada;
Israel camina a su descanso.
El Señor se le apareció de lejos:
Con amor eterno te amé,
por eso prolongué mi misericordia para contigo.
Te construiré, serás reconstruida,
doncella capital de Israel;
volverás a llevar tus adornos,
bailarás entre corros de fiesta.
Volverás a plantar viñas
allá por los montes de Samaría;
las plantarán y vendimiarán.
“Es de día” gritarán los centinelas
arriba, en la montaña de Efraín:
“En marcha, vayamos a Sion,
donde está el Señor nuestro Dios”».
Porque esto dice el Señor:
«Gritad de alegría por Jacob,
regocijaos por la flor de los pueblos;
proclamad, alabad y decid:
¡El Señor ha salvado a su pueblo,
ha salvado al resto de Israel!».
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