"Muchas veces no reconocemos que somos ingratos, pero Dios que es Padre siempre perdona", asegura el padre Rafael de Tomás Ferrer en su reflexión de la primera lectura del hoy (Os. 11, 1-4. 8c-9).
Esto dice el Señor: «Cuando Israel era joven lo amé y de Egipto llamé a mi hijo.
Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí: sacrificaban a los baales, ofrecían incienso a los ídolos.
"No actuaré en el ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, porque yo soy Dios, y no hombre; santo en medio de vosotros, y no me dejo llevar por la ira."
Pero era yo quien había criado a Efraín, tomándolo en mis brazos; y no reconocieron que yo los cuidaba.
Con lazos humanos los atraje, con vínculos de amor.
Fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas.
Me incliné hacia él para darle de comer.
Mi corazón está perturbado, se conmueven mis entrañas.
No actuaré en el ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, porque yo soy Dios, y no hombre; santo en medio de vosotros, y no me dejo llevar por la ira».
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