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Dios es el amor del alma

"Debe crecer nuestro deseo de buscar al Señor todos los días", asegura el padre Rafael de Tomás Ferrer en su reflexión del Evangelio de hoy (Jn. 20, 1-2. 11-18).
 

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.


Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al señor y no sabemos dónde lo han puesto».


"He visto al Señor y ha dicho esto"

Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.


Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?».


Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».


Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.


Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?».


Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».


Jesús le dice: «¡María!».


Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!».


Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».


María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».

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