Desde la Gruta Comienza Todo: La Navidad que el Mundo Olvidó
- Canal Vida

- hace 1 día
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La pobreza del pesebre no es miseria: es revolución. En un mensaje potente, el Papa explicó por qué Dios eligió nacer sin poder, sin armas y sin oro, y cómo ese gesto sigue desarmando al mundo hoy.

En un tiempo donde el poder se exhibe y la riqueza se celebra como triunfo, Papa volvió a señalar el corazón del cristianismo con una imagen tan antigua como revolucionaria: el pesebre. Allí —dijo— comienza todo. Allí, en la pobreza que no humilla sino que revela, Cristo nos invita a seguirlo.
El Belén: una aventura donde nadie camina solo
“El belén es un signo importante: nos recuerda que formamos parte de una maravillosa aventura de salvación en la que nunca estamos solos”. Con estas palabras, el Papa recibió a los artistas del Pesebre Viviente de la Basílica de Santa María la Mayor, el histórico “Belén de Occidente”. No fue un saludo protocolar: fue una catequesis viva. El pesebre no es decoración; es camino.
La pobreza que vence sin armas
León XIV recordó que el Dios que nace en Belén viene sin fuerza, sin violencia, sin dominio. No conquista: atrae. No impone: invita. La gruta, María, José y el Niño —en su “desarmante pobreza”— son la escena que desarma el orgullo, la avaricia y la violencia del mundo. Desde allí, afirmó, comienza una vida nueva siguiendo los pasos de Cristo.

De la gruta a las calles
La procesión del Pesebre Viviente por las calles de Roma no es folclore: es testimonio. Vestuario, música y coreografía se vuelven anuncio: es hermoso ser discípulos de Jesús, el Sol que nace para iluminar a quienes habitan en tinieblas y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Peregrinos de esperanza hoy
El Papa fue claro: quienes contemplan el pesebre están llamados a ser portadores de consuelo. Para los solos, los cansados, los jóvenes, las familias, los que sufren y los que perseveran. El pesebre recuerda —con san Agustín— que Dios se hizo hombre para que el hombre encuentre hogar en el cielo.
Seguir a Cristo empieza abajo
En Belén no hay tronos. Hay paja. Y allí, insistió León XIV, empieza el seguimiento. Porque la esperanza no nace del poder, sino de la pobreza que ama. Y esa —hoy— sigue desarmando al mundo.









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