Tony Meléndez, el cantautor sin brazos que toca con el corazón, habla de su encuentro con san Juan Pablo II y el don que le regaló el Señor a pesar de no tener los miembros superiores. “Esperanza, amor, alegría, valores, se encarnan en Jesucristo”, asegura.
A pesar de las dificultades que se deben afrontar diariamente, la vida siempre tiene un lado positivo, y los momentos malos o problemáticos sirven para potenciar los dones y temple que el Señor regala a cada una de las personas.
Muchas veces sentirse “incapacitado” es sinónimo de depresión, de pensar que “el mundo” esta en nuestra contra… Es sentarse a perder el tiempo despotricando contra el universo porque nos consideramos “inferiores”. Pero hay otro aspecto de la vida, el luminoso por el que transita José Antonio Meléndez, más conocido como Tony Meléndez (60), a quien nacer sin las extremidades superiores no le impidió dar a conocer el don que Dios le dio: evangelizar a través de la música. “Quiero transmitir esperanza y llevarla a todos lados”, asegura quien grabó su primer álbum discográfico en 1989.
De origen nicaragüense, de niño se instaló junto con su familia en Estados Unidos, donde formó una familia con su esposa Lynn, con quien tiene tres hijos, y residen en Branson (Missouri).
La música es su idioma, es lo que lo mantiene vivo y acercó a su mujer, a quien repetidamente señala que “amo profundamente”.
Ese canal de comunicación es el que un día, por esos designios del Señor, lo llevó a estar cara a cara con un santo: Juan Pablo II.
El 15 de septiembre de 1987, fecha que quedó marcada a fuego en su vida, se dirigió hasta el Universal Amphitheater, en Los Ángeles, donde interpretó ante el “Papa peregrino” que se encontraba de visita en Estados Unidos, “Nerver be the same” (Nunca será lo mismo), que paso a ser el título de su “nueva vida”, porque esos pocos instantes cambiaron para siempre a Meléndez y pusieron sus capacidades como guitarrista en la atención del país del norte.
— Cuando terminaste de cantarle a Juan Pablo II, él se le acercó y le dio un beso en la mejilla. ¿Hubo un antes y un después en su vida?
— Termino de cantar para el Papa, y me contaron que él dijo en inglés “I have to kiss him” (tengo que besarlo). Cuando se me acercaba el corazón me latía con intensidad; me felicitó, me dio un beso en la mejilla, y luego de eso, quedé anonadado, pensar que lo tuve allí, tan cerca, a la altura de mi pecho. Desde aquella vez mi manera de verme a mí mismo y a los demás no fue la misma, desde aquel instante también cambió la percepción en los demás tenían de mi persona.
— ¿Cuál es tu misión principal?
— Cantar, a través de ello quiero llegar a todas las personas posibles; por eso no les hablo de entrada de Jesucristo, sino de esperanza, amor, alegría, valores, que son cosas que dan un impacto más directo en la gente.
— ¿Qué dirías a quienes muchas veces, teniéndolo todo, se sienten discapacitados?
— Hay que aprovechar todo lo que Dios nos dona, no desperdiciar nuestros talentos, decir “yo puedo” por Ti, que me has dado este don para provecho mío y el de los demás.
— La juventud se ve amenazada por esta cultura de lo instantáneo, del desgano. ¿Cuál considera que es el propósito de los jóvenes hoy?
— No se tienen que entregar, tienen que luchar, que tener un encuentro verdadero con Jesús, a través del cual lleguen a la conversión, y que eso sea tan fuerte, que, en un mundo como el de hoy, donde nos cuesta afirmar nuestra pertenencia a su Iglesia, nos cuesta decir que creemos, puedan testimoniar con valor a Jesucristo.
Entrevista realizada por Pedro Kriskovich para Cristo Hoy en 2012
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