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Jesús, el eje de la salvación

El Santo Padre en la misa final del Consistorio recordó que Dios "nos involucra en su designio" y que "en Cristo hemos sido bendecidos antes de la creación". Pidió a los cardenales "anunciar a todos los pueblos las maravillas del Señor”.
 

El cardenal Adalberto Martínez (primero de der. a izq.) en el ingreso a la basílica San Pedro para la concelebración de la Eucaristía. (Fotografía: Vatican Media)


Luego de cuatro días agitados y emocionantes, en el que se crearon nuevos cardenales, se reflexionó sobre la flamante Constitución Apostólica y se llevó a cabo la apertura de la Puerta Santa del Perdón en L’Aquida (Italia), el Papa Francisco celebró hoy una Santa Misa en la basílica San Pedro como corolario de estas jornadas, y en su homilía destacó, dirigiéndose a los purpurados, que “en el designio de Dios a través de los tiempos todo encuentra su origen, existencia, meta y fin en Cristo”, y les pidió "anunciar a todos los pueblos las maravillas del Señor”.


“Lo que nos maravilla no es el plan de salvación en sí mismo, sino el hecho de que Dios nos involucre en este designio suyo. Es la realidad de la misión de los apóstoles con Cristo resucitado.”


CRISTO, EL EJE DE LA SALVACIÓN

Al referirse a la carta de San Pablo a los efesios (Ef 1,3-14) donde se anuncia el proyecto salvífico de Dios, Francisco aseguró que, “así como permanecemos encantados frente al universo que nos rodea, de la misma manera nos invade el estupor considerando la historia de la salvación”. Más aún si se considera que en el himno paulino con el que se abre la carta la expresión “en Cristo” o “en Él” es el eje que rige todas las etapas de la historia de la salvación.


“En Cristo hemos sido bendecidos antes de la creación; en Él hemos sido llamados; en Él hemos sido redimidos; en Él toda criatura es conducida nuevamente a la unidad, y todos, los cercanos y los alejados, los primeros y los últimos, estamos destinados, gracias a la obra del Espíritu Santo, a ser alabanza para la gloria de Dios”, subrayó.




UNA ALABANZA QUE VIVE DE ESTUPOR

El Santo Padre insistió en que frente al designio de salvación de Dios nos corresponde alabar al Señor con adoración y gratitud. “Una alabanza —afirmó— que vive de estupor”, que impide caer en la rutina, que se inspira en la maravilla, que se alimenta de una actitud del espíritu y del corazón: el estupor.


Este es el clima, el mismo estupor que sienten los discípulos ante la llamada del Señor a la misión, a hacer que todos los pueblos sean sus discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y luego ante la promesa final que infunde esperanza y consuelo: «Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo» .


“Lo que nos maravilla no es el plan de salvación en sí mismo, sino el hecho de que Dios nos involucre en este designio suyo. Es la realidad de la misión de los apóstoles con Cristo resucitado”, destacó.



 
 


SERVIDORES

Tras confirmar que el estupor no disminuye con el pasar de los años, no decae con el aumento de las responsabilidades en la Iglesia, sino que se refuerza y profundiza, Francisco recordó que su predecesor Pablo VI en su la Encíclica Ecclesiam suam supo transmitir ese amor por la Iglesia, “un amor que es ante todo gratitud, maravilla agradecida por su misterio y por el don no sólo de habernos admitido, sino de habernos implicado, hecho partícipes, es más, de hacernos corresponsables”.


“Esto, queridos hermanos y hermanas, es un ministro de la Iglesia: alguien que sabe maravillarse ante el designio de Dios y con este espíritu ama apasionadamente a la Iglesia, pronto para servir en su misión donde y como quiera el Espíritu Santo”, concluyó el Papa.

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