En medio de un bosque de bambú en Sheshan aparece el templo dedicado a la Madre, en agradecimiento por proteger a la comunidad de un ataque en el siglo XIX.
La Santísima Virgen María Auxiliadora, pilar fundamental de san Juan Bosco y la familia salesiana, tiene en la basílica homónima en Turín (Italia) una bella imagen que enaltece el altar, pero no es el único lugar, también en China veneran a esta advocación mariana patrona del santuario de Sheshan, a 35 kilómetros de Shanghái.
El templo dedicado a la Madre de Jesús se encuentra en una colina cubierta por un bosque de bambú, no lejos del observatorio astronómico construido por los jesuitas franceses en el siglo XIX, y destaca por el color rojo del granito que lo cubre, mientras que el tejado brilla con el esmalte de las baldosas de cerámica chinas.
En el siglo XIX, el padre Gu Zhen Sheng, superior de la comunidad jesuita de Shanghai, subió a la colina para invocar la protección de la Virgen sobre la diócesis que estaba amenazada de destrucción por el ejército rebelde Taiping. Como voto, prometió construir una iglesia en su honor. María le escuchó y la diócesis se salvó.
PRIMERA IGLESIA
El presbítero jesuita pidió ayuda y donaciones para construir la basílica; el 24 de mayo —día de María Auxiliadora— de 1871 el obispo de Shanghai puso la primera piedra y el 15 de abril de 1873 consagró e inauguró la iglesia, construida con el esfuerzo de los fieles.
Cabe indicar que los materiales se transportaron a mano, la piedra de Fujian y la madera se compró en Shanghai.
Interior del templo.
El primer edificio tenía una planta en forma de cruz y estaba precedido por un pórtico con columnas custodiado por una fila de leones. El estilo mezclaba rasgos orientales y occidentales.
Pío IX en 1874 concedió la indulgencia plenaria a quienes acudieran a rezar al santuario en mayo, por lo que la santa colina atrajo cada vez más peregrinos. Esta estructura pronto pareció demasiado pequeña y se decidió construir un edificio de más grande y apropiado.
DEDICADO A LA MADRE
Cada vez más fieles acudían a rezar, agradecer e implorar a María Auxiliadora, por eso en 1921 comenzaron las obras del nuevo edificio que duraron hasta 1935.
La primera piedra se colocó el 24 de mayo de 1925, y el diseño fue del arquitecto y sacerdote belga de la Congregación del Inmaculado Corazón de María, Alphonse Frédéric De Moerloose, y realizado por el arquitecto y padre jesuita de origen portugués François-Xavier Diniz.
La primera basílica de Asia Oriental con capacidad para 3.000 fieles fue construida en hormigón armado según las tendencias neorrománicas de la época, en boga desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX. Tiene una planta de cruz latina, de unos 56 metros de largo y 25 de ancho.
El cuerpo tiene casi 17 metros de altura, mientras que el campanario alcanza los 38 metros. El interior de tres naves en un suave color gris converge hacia el altar con un dosel dorado y la imagen de María y el Niño, en la reconocible acepción de María Auxiliadora. El altar es de mármol con incrustaciones de jade y oro.
El camino que lleva a la cima de la colina donde se encuentra la iglesia está marcado por el Vía Crucis, mientras que a mitad del trayecto hay capillas dedicadas al Sagrado Corazón, san José y la Madre de Dios.
LA VIRGEN DE DOS TONELADAS
Lo que caracteriza a la basílica es la estatua de bronce de Nuestra Señora de Zose, como la pronuncian los habitantes de Shanghai, colocada en la cúpula alargada del campanario. Coronada en 1946 a instancias de la Santa Sede, la imagen pesa dos toneladas y mide 3,87 metros de altura.
La Virgen parece hacer un gesto iconográficamente inédito pero absolutamente familiar si pensamos en un padre jugando con su hijo pequeño al aire libre. María levanta a su Hijo en lo alto, con los brazos por encima de la cabeza, como si quisiera darle la oportunidad de mirar aún más lejos y abarcar con su mirada lo más posible de las tierras ilimitadas que le rodean.
Jesús tiene los brazos extendidos hacia el mundo, como para abrazarlo, de modo que, desde lejos, la figura de la madre con su Hijo se funde en la forma de una cruz.
Esta singular estatua de María y el Niño Jesús establece un alegre diálogo entre ella y el espectador, y nos permite comprender el significado más profundo de la Madre como intermediaria entre la humanidad y el Hijo.
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