Francisco en al audiencia pública de hoy narró su viaje a Canadá al que calificó de esperanzador. "Las heridas siempre necesitan dejarse resanar por el Señor", subrayó.
“El camino del perdón” por Canadá, fue uno de los viajes más sentidos y emocionantes que realizó Francisco en su papado y que contó esta mañana en la primera audiencia general después del período de vacaciones. “Fue un viaje diferente a otros”, señaló, ya que la motivación principal fue expresar su cercanía y pedir perdón a los pueblos originarios por el daño causado por las políticas de asimilación forzada y liberación en las que participaron muchos católicos.
Ante una multitud que colmó el aula Paulo VI, el Pontífice descubrió su visita del 24 al 29 de julio al país del continente americano como “un camino de reconciliación y de sanación, que presupone la conciencia histórica, la escucha de los supervivientes, la toma de conciencia y sobre todo la conversión, el cambio de mentalidad”.
MEMORIA
La “peregrinación penitencial”, como el vicario de Cristo la definió, se desarrolló en tres etapas: Edmonton, en la parte occidental del país; Quebec, en la parte oriental y en el norte, en Iqaluit.
En la primera ciudad se reunió con los jefes y miembros de los principales grupos indígenas. “Juntos hicimos memoria: la buena memoria de la historia milenaria de estos pueblos, en armonía con su tierra, y la memoria dolorosa de los abusos sufridos, también en las escuelas residenciales, a causa de las políticas de asimilación cultural”, describió.
RECONCILIACIÓN
El segundo paso del peregrinaje fue la reconciliación, “dejarse reconciliar por Cristo, que es nuestra paz”. El símbolo de esta etapa como explicó el Pontífice fue la figura del árbol, central en la vida y en la simbología de los pueblos indígenas. “El árbol, cuyo sentido nuevo y pleno se desvela en la Cruz de Cristo” y que transforma “el dolor en amor, la muerte en vida, la desilusión en esperanza, el abandono en comunión, la distancia en unidad”.
SANACIÓN
Este tercer momento de su viaje apostólico a Canadá fue descrito por el Papa como el de la sanación que se realizó en la orilla del lago Santa Ana, precisamente en el día de la fiesta de santos Joaquín y Ana. Un lugar significativo, explicó Francisco porque para Jesús el lago era un ambiente familiar y que en el lago de Galilea vivió buena parte de su vida pública.
“Todos podemos tomar de Cristo, fuente de agua viva, la Gracia que sana nuestras heridas: a Él, que encarna la cercanía, la compasión y la ternura del Padre, hemos llevado los traumas y las violencias sufridas por los pueblos indígenas de Canadá y del mundo entero; hemos llevado las heridas de todos los pobres y los excluidos de nuestras sociedades; y también las heridas de las comunidades cristianas, que siempre necesitan dejarse resanar por el Señor”, subrayó.
ESPERANZA
El Papa concluyó su catequesis hablando del último lugar en el que estuvo en Canadá, Iqaluit, donde se encontró con jóvenes y ancianos Inuit, el que calificó como un signo de esperanza.
“También en Canadá es un binomio-clave, es un signo de los tiempos: jóvenes y ancianos en diálogo para caminar juntos en la historia entre memoria y profecía. La fortaleza y la acción pacífica de los pueblos indígenas de Canadá sea de ejemplo para todas las poblaciones originarias a no cerrarse, sino a ofrecer su indispensable contribución para una humanidad más fraterna, que sepa amar a la creación y al Creador”, concluyó.
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