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Los Tres del Jardín del Papa: Una Aventura Mexicana que ya Hace Historia en Castel Gandolfo

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 12 jul
  • 3 Min. de lectura
Con una tiza, un rosario… y mucha tierra bajo las uñas, tres seminaristas mexicanos protagonizan una de las experiencias más insólitas y emocionantes de la Iglesia actual. No están en misa: están sembrando el futuro.
México
Porfirio, Sergio e Israel: tres seminaristas mexicanos que dejaron su tierra para servir en el corazón ecológico del Vaticano. Desde los jardines de Castel Gandolfo, su testimonio de fe se riega con esperanza.

En un rincón escondido del Vaticano, donde la naturaleza canta y los árboles parecen rezar, tres jóvenes mexicanos están escribiendo un capítulo inesperado de la historia de la Iglesia: Porfirio, Sergio e Israel no viajaron a Roma para peregrinar ni para hacer turismo religioso, fueron a trabajar, a ensuciarse las manos, a dejar huella. Y vaya si lo están haciendo.


Estos tres seminaristas —de diócesis humildes de México— fueron elegidos para una experiencia inédita: colaborar como voluntarios en el Borgo Laudato Si’, el nuevo laboratorio ecológico de la Santa Sede en Castel Gandolfo. Allí, donde el Papa Francisco soñó un centro vivo de espiritualidad verde, y donde ahora León XIV pone el acento, ellos siembran, podan, limpian, y también, acogen a peregrinos. No con palabras… con ejemplo.

Pedro Kriskovich
AL CUIDADO DE LA CREACIÓN

“Esto no es turismo espiritual”, dice Sergio, de Puebla. “Es una escuela práctica del Evangelio”. Cada mañana comienza con una sonrisa y una tarea: jardinería, limpieza de fuentes, guiar visitantes. Y si hace falta, rezar al ritmo del viento que mece los naranjos. Lo hacen sin reloj, sin quejas, con una pasión que contagia. Pero la experiencia no es solo física: es profundamente espiritual.


Israel, de apenas 24 años, recuerda entre lágrimas el momento en que participó de la primera misa ecológica presidida por León XIV bajo los árboles del Jardín de la Madonnina. “Fue como estar en una catedral natural”, dice. Y no exagera. Porque en el Borgo, cada rama tiene forma de oración.


Porfirio, de Oaxaca, asegura que esta aventura es un parteaguas en su vocación: “Aquí aprendí que servir no es solo hablar de Dios, sino vivirlo con el cuerpo entero”. Con mirada luminosa y voz firme, dice lo que muchos necesitan escuchar: “El mundo no necesita sermones. Necesita manos. Manos que amen”.


México
Desde la altura del Borgo Laudato Si’, los seminaristas mexicanos contemplan la creación que ahora también cultivan. Una mirada al futuro con raíces firmes en el Evangelio.
EXPERIENCIA DE FE

Durante un mes —coincidiendo con el Jubileo de la Esperanza— estos seminaristas son rostro visible de una Iglesia nueva. Una que no teme ensuciarse. Que cultiva no solo flores, sino almas.


Lejos del bullicio romano, pero más cerca que nunca del corazón del Papa, Porfirio, Sergio e Israel se convirtieron, sin proponérselo, en símbolos de una Iglesia que respira, camina y sueña. El Papa León XIV lo dijo con claridad el 9 de julio: “Este jardín es una catedral viva. Y ustedes son la vida de este lugar”.


Entre las piedras antiguas de Castel Gandolfo, algo nuevo comenzó a brotar. No es solo un viñedo. Son vocaciones fuertes, alegres, ecológicas. Vocaciones que entienden que cuidar la creación… también es evangelizar.


Hoy, esos tres jóvenes mexicanos ya no son simples seminaristas: son sembradores de esperanza. Y mientras la Iglesia se prepara para el Jubileo, ellos ya están dando frutos.



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