El neo purpurado de Paraguay oficio una misa en un barrio popular de Asunción: símbolo de una Iglesia en salida y al lado de los necesitados. Le pidió a la dirigencia política que resuelva la pobreza estructural. Exhortó a la Policía a que responda sobre los niños y jóvenes desaparecidos.
Todo un país esperaba el momento que se dio el domingo 4 de septiembre, pasadas las 10.30. Alrededor de 3.000 personas de distintos puntos de Asunción y alrededores se acercaron hasta el Bañado Sur, un populoso barrio en el que viven más de 2.500 familias con necesidades de toda índole.
Ese lugar fue el elegido por Adalberto Martínez para presidir su primera misa como cardenal: una señal de su episcopado, una Iglesia en las periferias —como pide el Papa Francisco—, junto a los vulnerables, a quienes le dijo que no están solos en la lucha diaria, “son el amor preferencial del Señor”.
“La sociedad no puede ser indiferente a este flagelo y debe estar vigilante, porque muchos de los casos de desapariciones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes podrían estar vinculados con el crimen de la trata de personas.”
DIGNIDAD
En cada uno de los presentes se percibía emoción, gratitud y amor por el hecho histórico que vive el país, y también por un pastor que siempre hizo carne el sufrimiento de un barrio que hace algunos años se vio azotado por las inundaciones, y diariamente sufre carencias que son suplantadas por la fortaleza espiritual y solidaridad de sus lugareños.
El cardenal destacó la hermandad de una comunidad que trabaja de manera organizada con el fin de mejorar las condiciones de vida de las familias, “con acceso a la salud, capacitación para el empleo, construcción de viviendas dignas y con la incidencia en políticas públicas para el acceso a los servicios básicos y a infraestructura”.
“No escuchar el clamor de los pobres nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto.”
“Todo esto es posible porque tienen dirigentes y líderes comunitarios que anteponen el bien común a sus intereses particulares. Así, demuestran que sí se puede construir una sociedad solidaria y fraterna, cuando existe liderazgo sano y altruista, y hay una comunidad dispuesta a participar y colaborar”, subrayó.
Asimismo, aseveró, recordando a la Madre Teresa de Calcuta —cuya festividad es el 5 de septiembre—, que ayudar a dignificar a las personas no es solo colaborar a que tengan sus necesidades básicas cubiertas, sino también acercarlas a Dios, a que tengan justicia y amor, a que lleguen siempre a la verdad. “Más que ropa buscan dignidad, piden caricias en el cuerpo y espíritu”, expresó.
Para soportar el camino espinoso, se requiere estar al lado de Cristo, llevar la cruz junto con Él, porque “la realidad del sufrimiento demuestra que lleva a la infelicidad si no se soporta con sentido cristiano”.
“Si con humildad nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, obtendremos la sabiduría necesaria para entender los designios de Dios y asumirlos con fe y con alegría”, manifestó el purpurado ante la atenta mirada de los fieles.
RECLAMO A LAS INSTITUCIONES PÚBLICAS
En un momento de su alocución, de manera enérgica el cardenal reclamó por la aparición con vida de Yuyú y le pidió explicaciones a la Policía Nacional por los dos años que lleva desaparecida, al igual que otros casos.
Del mismo modo interrogó sobre José Miguel Ozuna, el niño de
Nuestros encierros e individualismos nos llevan muchas veces años de edad que estaba desaparecido hacía dos meses, cuyo cuerpo encontraron sin vida entre los camalotales.
“No podemos decir que amamos a Dios, si no lo amamos concretamente en el prójimo que sufre.”
En esa línea exigió a los políticos y fuerzas de seguridad que investiguen las desapariciones de personas que suceden en Paraguay.
“La sociedad no puede ser indiferente a este flagelo y debe estar vigilante, porque muchos de los casos de desapariciones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes podrían estar vinculados con el crimen de la trata de personas”, subrayó Martínez.
EDUCACIÓN Y DESARROLLO HUMANO
El ascenso social se logra a través de la educación y el trabajó, es la manera de romper el círculo vicioso de la pobreza. “Mayor escolaridad significa desarrollo de capacidades y de oportunidades para acceder a mejores condiciones de vida”, indicó Adalberto, por lo que exhortó a la dirigencia a generar políticas públicas de protección social a la familia, ámbito esencial de cuidado de la vida en todas sus etapas; “así como políticas públicas para el acceso a viviendas, educación, salud y empleo digno”.
“No escuchar el clamor de los pobres nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto”, indicó el arzobispo de Asunción, y afirmó que la falta de solidaridad con los necesitados “afecta directamente a nuestra relación con Dios”. “No podemos decir que amamos a Dios, si no lo amamos concretamente en el prójimo que sufre”, sentenció.
También, señaló que amar al pobre permite servirlo “porque lo estimamos de alto valor”, lo cual diferencia a “cualquier intento de utilizarlos al servicio de intereses políticos”.
POBREZA ESTRUCTURAL
La dirigencia política, la cual en su mayoría estuvo ausente de la celebración Eucarística, tiene la responsabilidad —expresó el cardenal Martínez— de resolver las causas estructurales de la pobreza, ya que “los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, solo deberían pensarse como respuestas pasajeras”.
“Una sociedad más justa y equitativa, donde impere el bien común, es tarea de la política y de los políticos”, destacó el purpurado, al tiempo que manifestó que a los dirigentes que “les duele de verdad la vida de los pobres” trabajen decididamente por el bien común y “por la promoción humana integral de todos los que habitan el suelo patrio”.
“El mensaje del Evangelio es claro: quien no renuncia a sus bienes, a sus intereses mezquinos, quien no se despoja de su egoísmo y de la soberbia, no es cristiano, es decir, no es un seguidor de Cristo. El seguimiento de Cristo no acepta la tibieza ni la ambigüedad. Implica dejarlo todo y amarlo incondicionalmente”, subrayó.
(Fotografías: Arzobispado de la Santísima Asunción)
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