Los ataúdes que rezan
- Canal Vida
- 31 mar
- 3 Min. de lectura
En una época donde la muerte suele evitarse en las conversaciones, un grupo de monjes en Estados Unidos la abraza con reverencia. Fabrican ataúdes con sus propias manos, rezan por quien los usará y nos enseñan que incluso el final puede vivirse con fe, dignidad y belleza.

En la cultura contemporánea, la muerte es tabú. Se esconde, se maquilla, se niega. Sin embargo, desde el corazón rural de Iowa (Estados Unidos), un grupo de hombres consagrados le da forma y sentido al misterio del final de la vida. Son los monjes trapenses de la Abadía de New Melleray, una comunidad que encontró en la madera y la oración un camino para honrar a los que parten. Fabrican ataúdes con sus propias manos. En cada uno de ellos depositan silencio, fe, trabajo, y una plegaria por el alma que algún día lo habitará.

Artesanos de la eternidad
En un mundo acelerado por la producción en masa, estos monjes trabajan al ritmo de la contemplación. No buscan velocidad, buscan sentido. Sus ataúdes, elaborados artesanalmente con maderas nobles como roble, nogal y pino, son una respuesta serena ante el vértigo de la muerte. “Nuestro trabajo es una forma de oración. Cada martillazo es una súplica, cada ensamblaje una entrega”, aseguran.
La comunidad comenzó esta labor en la década del '90, cuando vieron en el trabajo manual una oportunidad de subsistencia económica que no rompiera con su vida de oración. Hoy su taller es parte de su identidad espiritual.

Cada ataúd tiene nombre
Uno de los gestos más impactantes es que rezan por la persona que lo utilizará, aunque no sepan su nombre. Y si lo saben, lo anotan en un cuaderno y lo incluyen en sus oraciones diarias. “No hacemos muebles. Acompañamos almas”, dice el hermano Paul, uno de los más antiguos del monasterio.
Además de ataúdes para adultos, fabrican urnas y pequeños ataúdes para bebés fallecidos, que ofrecen gratuitamente a familias en duelo. Lo hacen en silencio, como quien vela una vida pequeña pero infinita.

Una dignidad sin precio
Aunque cada pieza es una obra artesanal, los precios son razonables. Parte de los ingresos se destinan a obras de caridad. No hay negocio, hay misión. En la web trappistcaskets.com cualquiera puede adquirir uno o simplemente conocer la historia que hay detrás.
Algunas familias llegaron a pedir los ataúdes con años de anticipación, como quien elige un vestido para su boda. La diferencia es que este traje es para la resurrección.

Un símbolo que evangeliza
La madera elegida no es cualquier madera. Tiene historia, densidad, aroma. Es la misma que usó Cristo en su cruz. El ataúd, en manos de estos monjes, se convierte en un símbolo de la fe cristiana: morir es un paso hacia la vida eterna.
Como dice san Benito, fundador del monacato occidental: “Memento mori”. Recuerda que vas a morir. Pero recuerda también que hay esperanza.

Una muerte cristiana
En tiempos de muerte tecnificada, con velorios exprés y cementerios que parecen shoppings, esta experiencia devuelve humanidad al morir. Nos recuerda que la muerte no es fracaso, sino cumplimiento. Y que el ataúd no es una caja fría, sino un vientre de madera que nos entrega al Padre.

El silencio que transforma
En el monasterio no hay ruidos de fábrica, solo el sonido de la sierra, el martillo y el Ave María. Es un lugar donde el ruido cede y la eternidad susurra. Los visitantes que llegan, muchos buscando consuelo o respuestas, salen con una paz inesperada. La misma que transmiten los rostros serenos de los monjes, curtidos por la oración y el trabajo.
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