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La verdad, más importante que la paz

Dichos, trascendidos, divisiones, posverdades, fueron las consecuencias de la postura del cardenal Adalberto Martínez Flores en el caso Kriskovich. La verdad quedó herida de muerte y no hay paz.
 

La verdad distorsionada permite la creación del relato, de la posverdad.


Por Juan Marinangeli


En los últimos días surgió una gran polémica en torno al pedido del cardenal Adalberto Martínez Flores de desvincular al abogado Cristian Kriskovich, profesor de la Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción", a quien se le acusó en 2014 de acoso sexual y el caso fue desestimado por la justicia y se lo declaró inocente. En este contexto, resulta alarmante que una autoridad religiosa esté cometiendo una falacia al querer echar a alguien que la justicia ya absolvió, poniendo en tela de juicio su credibilidad y la de la universidad.


Es evidente que el cardenal no actuó con transparencia y objetividad. En primer lugar, no se sabe cuál es su intención al querer echar a Cristian, ¿será que quiere perjudicar a Esteban Kriskovich que concursa por la Corte Suprema de Justicia y tratar de “salpicar” su reputación? ¿O busca destruir la credibilidad de la Iglesia y de la Universidad católica? Cualquiera que sea su intención, está claro que sus acciones perjudicaron a la Iglesia, obispos y Universidad Católica. Además, al querer suprimir la autonomía universitaria, el purpurado demostró su desidia por sobre los estatutos de la casa de altos estudios.


"Si la verdad es sacrificada en aras de la paz, entonces la paz se convierte en una mentira y se pierde toda credibilidad."

En segundo lugar, resulta alarmante que el cardenal haya querido echar a Kriskovich a pesar de que la justicia ya lo absolvió de la acusación de acoso sexual. La fiscala Teresa Sosa señaló que Belén Whittingslow, la joven que acusó a Kriskovich, no fue víctima del hecho, lo que debería ser suficiente para que el pastor reconsiderara su postura. Además, la fiscala explicó que la presunta víctima de acoso no presentó su celular para que se extraigan las copias de las conversaciones, lo que demuestra que las pruebas en su contra son débiles.


A esta altura de las circunstancias, con tantas personas a favor y en contra de la postura del cardenal y de Cristian Kriskovich, lo que se lamenta es que la verdad está herida de muerte y triunfan las operaciones del poder real del que formaría parte un sector de la Iglesia. Como dijo el filósofo español Miguel de Unamuno, "la mentira es un vicio que se gana la confianza de la verdad sin merecerla". En este caso, la mentira se ganó la confianza de monseñor Martínez Flores y de otros que lo apoyan, a pesar de que la verdad está del lado de Kriskovich.


"Si la verdad es ignorada o manipulada en aras de mantener la paz, entonces esa paz es frágil y puede colapsar en cualquier momento."

Es importante recordar que, como dijo el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, "la verdad es más importante que la paz". En este caso, la verdad es más importante que la supuesta paz que quiere mantener el cardenal en la Iglesia. Si la verdad es sacrificada en aras de la paz, entonces la paz se convierte en una mentira y se pierde toda credibilidad. En cambio, si se defiende la verdad, incluso si eso significa un conflicto temporal, a largo plazo se pueden establecer relaciones más fuertes y auténticas, basadas en la confianza y la honestidad.


Es importante tener en cuenta que la verdad y la paz no tienen que estar necesariamente en oposición. De hecho, a menudo se necesitan ambas para alcanzar un estado de justicia y equidad. Sin embargo, si la verdad es ignorada o manipulada en aras de mantener la paz, entonces esa paz es frágil y puede colapsar en cualquier momento.


Por lo tanto, es crucial que se defienda la verdad con valentía y honestidad en todas las instituciones. De esta manera, se puede establecer una base sólida y duradera para la paz y la justicia en la sociedad. Por eso es importante recapacitar, y empezar a sanar la verdad para que salga de terapia intensiva.

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