En esta fiesta de Corpus Christi se debe profundizar sobre un
itinerario espiritual eucarístico.
Procesión por las calles de Asunción en la solemnidad del Corpus Christi. (Fotografía: Archivo)
La solución como cristianos está en acercarnos a Cristo y a su Iglesia, lo que conseguiremos solo si incansablemente hacemos un camino de espiritualidad eucarística que nos ayude a vivir una profunda comunión. Sí, el itinerario espiritual requiere empeño, paciencia y perseverancia.
PASOS A DAR
El primer paso consiste en dedicarnos a descubrir a Dios dentro de nosotros mismos y en los demás. Echemos una mirada a nuestro corazón y descubramos que allí está Dios, ¡Sí, allí está El! ¿Te sorprende? En las Sagradas Escrituras leemos: "¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo?" (1 Cor 7, 15); y más adelante, en los versículos 19 y 20: "¿O es que no saben que su cuerpo es Templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y que habita en ustedes? Ya no se pertenecen a ustedes mismos, porque han sido comprados ¡y a qué precio!; den, pues, gloria a Dios con su cuerpo". Y bien sabemos que donde está Jesús está también el Padre, ya que El mismo dijo: "El que me ama se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a él y viviremos en él" (Jn 14, 23).
"Cada ser humano es un don de Dios que posee una inmensa riqueza y que fue puesto al lado de nosotros por el Señor para que mutuamente crezcamos con los dones que cada uno posee y que Dios nos dio."
Para poder descubrir la presencia poderosa del Padre, con toda su misericordia y ternura; la presencia viva de Jesús, con toda su fuerza salvadora; la presencia amorosa del Espíritu Santo, con toda su luz y santidad, es necesario que dediquemos un tiempo especial para esto: se requiere que hagamos una oración mental y profunda, y que acudamos con frecuencia al sacramento de la Reconciliación y a la Santa Misa.
Además, debemos dedicar un tiempo especial para aumentar nuestra sensibilidad a fin de descubrir en cada momento y circunstancia el rostro de Dios en cada uno de los seres humanos con los que nos encontramos permanentemente.
El segundo paso consiste en que descubramos que ningún ser humano nos es ajeno, si no caeríamos en la misma actitud que Dios reprobó a Caín cuando le preguntó sobre su hermano y aquél respondió: "No lo sé; ¿soy acaso el guardián de mi hermano? (Gn 4, 11).
Por supuesto que Dios nos ha constituido en "guardianes de nuestros hermanos", es decir, Él espera que nos interesemos en apoyar a cada persona con la que nos encontramos, especialmente cuando ésta tiene necesidad, ya que es nuestro hermano, ya que somos hijos de un mismo Padre, que es Dios, y por lo tanto nos pertenece, nos pertenecemos, pertenecemos a una misma familia, la familia de Dios.
Que cada hermano es un regalo de Dios es el descubrimiento que debemos lograr en el tercer paso. Cada ser humano es un don de Dios que posee una inmensa riqueza y que fue puesto al lado de nosotros por el Señor para que mutuamente crezcamos con los dones que cada uno posee y que Dios nos dio. Y si cada hermano es un don de Dios, entonces tenemos el deber de cuidarlo, de respetarlo, de admirarlo, de aprender de él, de enriquecernos con su persona y compartir con él nuestra propia riqueza.
Por último, debemos tener muy arraigada la misión que Dios nos da de llevar con gusto la carga de los demás, es decir, vivir con un profundo espíritu solidario que rompa con todo nuestro egoísmo e indiferencia, que no nos permiten dejar la comodidad, el egocentrismo, para buscar decididamente ayudar a los demás, especialmente a quienes lo necesitan y no tienen nada con qué pagarnos: los enfermos, los pobres, los ancianos, los niños de la calle, los que no tienen casa, los tristes, los que viven solos, entre muchos otros. Y no se trata únicamente de ayuda asistencial, sino de colaborar para que estas personas tengan todo lo necesario a fin de vivir dignamente como Dios lo desea. Esta es una tarea que cada uno de nosotros debe hacer de acuerdo a sus propios talentos y posibilidades.
"Debemos dedicar un tiempo especial para aumentar nuestra sensibilidad a fin de descubrir en cada momento y circunstancia el rostro de Dios en cada uno de los seres humanos con los que nos encontramos permanentemente."
NUESTRA SALVACIÓN
Ya estamos comprendiendo que el camino de espiritualidad no es una tarea fácil: vivir en comunión es un compromiso primordial si queremos salvarnos, si queremos ser felices. Una felicidad que lograremos con fidelidad y no con facilidad, viviendo en comunión fieles a Dios.
Con la ayuda del Señor en la Eucaristía e imitando a nuestra Madre que vivió intensamente este itinerario espiritual, conseguiremos la fidelidad necesaria que, sin lugar a dudas, nos conducirá al Cielo.
Pbro. dr. Jorge A. Gandur (Semanario Cristo Hoy / Adaptado para Canal Vida)
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