Monseñor Gabriel Escobar, obispo del Vicariato del Chaco, inició el novenario de la Virgen de Caacupé con una homilía que no dejó indiferente a nadie. Crítica y directa, habló sobre la desigualdad, la corrupción y la falta de compromiso de los líderes, y exhortó a reconstruir un Paraguay más justo bajo la guía de la fe.
Desde los pueblos originarios hasta los migrantes, la Virgen de Caacupé recibió ruegos de quienes claman por justicia y dignidad en Paraguay. Monseñor Escobar trajo la voz de los olvidados al corazón del santuario. (Fotografía: Facebook / Conferencia Episcopal Paraguaya)
A las 7 de la mañana, cuando el santuario de la Virgen de Caacupé comenzaba a llenarse, monseñor Gabriel Escobar tomó el micrófono para inaugurar el novenario con una misa que resonó como un llamado a la conciencia colectiva. Con un tono firme y una mirada profundamente compasiva, aseguró: “El mal nunca tendrá la última palabra porque será vencido”. Bajo este mensaje esperanzador, el prelado no dudó en exponer las profundas heridas que aquejan a la sociedad paraguaya.
“La clase política lleva una vida principesca mientras el pueblo organiza polladas para costear tratamientos médicos.”
Críticas sin filtro: la desigualdad al desnudo
Escobar no evitó temas espinosos. Señaló con dureza a la clase política que, según sus palabras, “lleva una vida principesca mientras el pueblo organiza polladas para costear tratamientos médicos”.
Denunció los beneficios exorbitantes de algunos funcionarios públicos, que contrastan brutalmente con la precariedad de quienes esperan interminables horas en hospitales sin medicamentos. “No sé cómo estarán con el seguro VIP, pero el pueblo lucha por sobrevivir cada día”, sentenció, generando un murmullo de aprobación entre los fieles.
Monseñor Escobar denunció la desigualdad social en Paraguay, pidiendo a los líderes políticos que sirvan al pueblo en lugar de servirse de él. Una homilía que marcó el inicio del novenario con fuerza y verdad. (Fotografía: Facebook / Conferencia Episcopal Paraguaya)
El transporte público y la dignidad perdida
Otro punto crítico de su homilía fue el pésimo servicio de transporte público. Escobar describió el “calvario diario” que viven miles de paraguayos para llegar a sus trabajos. “Los usuarios del transporte público pierden horas con sus familias, duermen menos y soportan condiciones indignas porque no somos capaces de solucionar este problema desde su raíz”, expresó con evidente indignación.
Un llamado a la verdadera política de servicio
En uno de los momentos más impactantes, el obispo del Chaco recordó que “el servicio político y público no es para servirse del pueblo, sino para servir al pueblo”. Enfatizó que las leyes deben priorizar la salud, la educación y el acceso a la tierra, citando casos emblemáticos como el de Puerto Casado, donde los pobladores aún luchan por la titularidad de tierras que habitan desde hace más de un siglo. “La esperanza en Dios nos guía a través de las dificultades, pero también nos exige acción y justicia”, afirmó con contundencia.
En un país donde la pobreza convive con privilegios desmedidos, la homilía de Caacupé encendió el llamado a la esperanza y la unidad, exigiendo educación, salud y justicia para todos. (Fotografía: Facebook / Conferencia Episcopal Paraguaya)
Un mensaje de unidad y luz
A pesar de la dureza de sus palabras, la homilía concluyó con un mensaje de esperanza y fe. Monseñor Escobar instó a todos, autoridades y ciudadanos, a “levantar juntos la cabeza” y trabajar por un Paraguay equitativo y armonioso.
Recordó que la Virgen de Caacupé no quiere que haya diferencias de clases, sino que todos sus hijos vivan con dignidad. “Venimos a su casa no solo con nuestras preocupaciones, sino también con la certeza de que, con fe, podemos construir un país más justo”, añadió.
La Virgen de Caacupé: Madre de esperanza
El novenario comenzó con una carga espiritual y social profunda. Desde los ruegos de los pueblos originarios hasta las plegarias de los migrantes, monseñor Escobar trajo a los pies de la Virgen las voces de quienes más sufren. En su cierre, invitó a los fieles a dejarse iluminar por la Palabra de Dios y a preparar el corazón para el Jubileo de la Esperanza en 2025. “El mal nunca triunfará porque la luz de la fe siempre nos guiará”, concluyó.
Un país que busca redención
Las palabras de Escobar no solo marcaron el inicio de las festividades de Caacupé, sino que dejaron una reflexión profunda sobre las deudas de Paraguay con su pueblo. En el santuario, entre cánticos y rezos, quedó claro que la esperanza no es solo una promesa divina, sino un compromiso colectivo que todos deben asumir.
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