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Francisco y el Sultán: El Encuentro que Pudo Cambiar la Historia del Mundo

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 4 oct
  • 3 Min. de lectura
En medio de las Cruzadas, un fraile pobre se atrevió a cruzar las líneas enemigas para hablar con el sultán. ¿Fracaso, milagro o profecía? El día en que Francisco de Asís mostró que el Evangelio podía desarmar espadas.
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San Francisco de Asís y el sultán Malik al-Kamil se encuentran en pleno conflicto de las Cruzadas: sin espadas ni ejércitos, un diálogo inesperado abrió la puerta a la paz donde reinaba la guerra. (Ilustración simbólica)

En el año 1219, mientras el eco de las Cruzadas ensangrentaba el Mediterráneo y cristianos y musulmanes se enfrentaban con brutalidad, ocurrió un hecho insólito, casi increíble para su época: Francisco de Asís, el joven que había renunciado a todo para vivir como el “hermano menor”, cruzó las líneas enemigas para entrevistarse con el sultán de Egipto, Malik al-Kamil.


No llevaba espada ni ejército, sino una convicción: que el Evangelio de Cristo podía abrir puertas que la violencia nunca lograría.







EL VIAJE IMPENSADO

Francisco no era un guerrero ni un diplomático. Apenas era un fraile que predicaba la pobreza evangélica y que ya había empezado a inspirar a multitudes con su mensaje. Sin embargo, decidió acompañar a los cruzados hasta Damieta, en Egipto, donde se libraba una de las batallas más cruentas. Su intención era radical y peligrosa: predicar a los musulmanes e, incluso, convertir al sultán.


Los cronistas relatan que, al llegar, fue apresado por los soldados musulmanes, quienes lo condujeron ante Malik al-Kamil. La sorpresa fue que el sultán no ordenó su ejecución —como era de esperarse en tiempos de guerra—, sino que lo recibió con curiosidad.

CASA BETANIA
¿UN INTENTO FALLIDO DE CONVERSIÓN?

Francisco no ocultó sus intenciones: habló del Evangelio, de Cristo como único Señor y Salvador, e invitó al sultán a convertirse. Malik al-Kamil lo escuchó con respeto, pero no cedió. Algunos cronistas aseguran que el fraile propuso incluso una “prueba de fuego”, ofreciendo entrar en las llamas para demostrar la verdad de su fe. El sultán, sin embargo, rehusó el desafío y prefirió mantener el encuentro en el terreno del diálogo.


Para los más críticos, la misión de Francisco fue un fracaso. No logró lo que buscaba —una conversión pública del líder musulmán—, y al regresar, tampoco cambió la dinámica brutal de la Cruzada. Pero la semilla sembrada aquel día fue mucho más profunda de lo que parecía.



EL PRIMER DIÁLOGO INTERRELIGIOSO

Lo que entonces fue visto como un gesto insólito hoy se considera un hito: el primer intento de diálogo interreligioso en la historia moderna. Francisco no blandió la espada ni exigió tributos. Se presentó con humildad, con la radicalidad de un Evangelio que hablaba de amar incluso a los enemigos.


El sultán, por su parte, reconoció algo en aquel fraile descalzo. Tanto que no solo le perdonó la vida, sino que lo despidió con obsequios y salvoconducto. En medio de una guerra de odios y venganzas, un cristiano y un musulmán conversaron con respeto sobre Dios y la fe.

PEDRO KRISKOVICH
LA LECTURA MODERNA

Los historiadores coinciden en que aquel episodio pudo haber cambiado la historia del mundo si hubiera sido tomado como modelo. En lugar de siglos de enfrentamientos, quizás hubiera nacido un camino más temprano de diálogo y respeto. La Iglesia reconoce hoy este encuentro como un signo profético. San Juan Pablo II lo evocó en Asís, al reunir líderes de distintas religiones para rezar por la paz en 1986.



FE, RIESGO Y PROFECÍA

¿Qué movió a Francisco a arriesgar su vida en aquella misión? Los biógrafos coinciden en su certeza absoluta de que el Evangelio no podía quedarse en palabras, sino que debía hacerse gesto. No se trataba de pactar políticamente, sino de mostrar que el amor de Cristo podía atravesar fronteras y desarmar corazones.


Aunque el sultán no se convirtió, Francisco regresó con una visión renovada: la paz no se negocia en trincheras, se siembra en la valentía de mirar al otro como hermano.

SANTERÍA
HOY, UNA LECCIÓN URGENTE

En un mundo marcado por nuevas guerras, extremismos y muros, el encuentro de Francisco con Malik al-Kamil sigue resonando como un grito del pasado: la fe auténtica nunca teme al diálogo. No es renuncia, no es tibieza: es la certeza de que Dios es más grande que nuestras divisiones.


Y en este 3 de octubre, día en que la Iglesia recuerda a San Francisco de Asís, vale preguntarse: ¿qué hubiera pasado si aquel gesto de paz hubiera sido imitado en lugar de silenciado? ¿Qué guerras nos habríamos ahorrado?


Francisco y el sultán se miraron como hombres de fe en medio del odio. Quizás, ese día, el cielo nos mostró que la historia del mundo podía haber sido distinta.



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