El Papa pidió oración por los chicos asesinados en el país asiático. “Fue un acto demencial”, calificó a los crímenes perpetrados en una guardaría.
“Un acto demencial”, de locura feroz fue lo que se vivió el jueves Tailandia cuando un expolicía (34) irrumpió en una guardería y asesinó a 24 niños de entre dos y tres años de edad.
CONSUELO
Mientras los familiares velan a las 37 víctimas fatales, el Santo Padre, en la ceremonia de canonización de Juan Bautista Scalabrini y Artémides Zatti en Roma, recordó en particular a los infantes muertos en la localidad rural de Uthai Sawan.
Francisco manifestó eleva sus oraciones “por las víctimas del demencial acto de violencia ocurrido hace tres días en Tailandia”, donde también fue asesinado un niño sin nacer: la maestra que mataron estaba embarazada de ocho meses.
“Con conmoción confío al Padre de la vida, en particular, a los niños pequeños y a sus familias”, subrayó el vicario de Cristo.
El ataque con armas y cuchillos en el Centro de Desarrollo Infantil fue el peor asesinato en masa de Tailandia. El criminal Panya Kamrap luego de cometer la masacre se fue a su casa donde se cobró la vida de su esposa e hijo, y luego se suicidó.
FUNERALES
Las familias de los infantes llegaron hoy al sepelio con flores, muñecos, palomitas de maíz y cajitas de jugo para ofrendar a los niños asesinados, como parte de una ceremonia budista celebrada para guiar a las almas jóvenes de regreso a sus cuerpos.
“Regresa a tu casa” y “regresa con nosotros”, expresaban los familiares en la guardería vacía, muchos con lágrimas.
Las ceremonias se llevaron en tres templos, donde las 37 víctimas, en su mayoría niños en edad preescolar, fueron llevadas antes de los ritos funerarios y la cremación que será el martes.
En el templo de Rat Samakee, los miembros de la familia se sentaron frente a los pequeños ataúdes mientras los monjes budistas cantaban oraciones. Colocaron bandejas de comida, juguetes y leche por todo el templo como ofrendas a los espíritus de los niños asesinados.
Hicieron ofrendas de las comidas favoritas de sus hijos y encendieron incienso y velas mientras imploraban que las almas de los niños regresaran a sus cuerpos.
Muchos budistas en Tailandia creen que, en caso de muerte no natural, el alma queda varada en el lugar donde la persona pereció y debe reunirse con el cuerpo antes de un eventual renacimiento.
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